Tonia Etxarri-El Correo

Pedro Sánchez está en manos de Pablo Iglesias porque no podría gobernar sin Podemos

Los cambios que se han producido en la política de este país, con tanta confrontación, pueden dar una imagen distorsionada del tiempo que ha pasado desde que Sánchez llegó al poder gracias a Podemos y a todas las fuerzas contrarias a la Constitución. Pero solo han pasado dos años desde la moción de censura. Dos años de fragilidad gubernamental y de inestabilidad parlamentaria. Y seguimos con los Presupuestos del PP aún en vigor. Los que pactó con el PNV antes de que los jeltzales le abandonaran para pasarse al lado de Sánchez.

No fue nada personal. Ortuzar ha reconocido muchas veces su buena interlocución con Rajoy. Pero Sánchez se mueve con habilidad cediendo en el mercado persa. Así es que tan solo se trata de negocios. Después de tontear con Ciudadanos y acabar firmando con EH Bildu, el inquilino de La Moncloa ha vuelto a dar un rodeo para recuperar a sus socios ‘naturales’: PNV y ERC. El lehendakari Urkullu recupera y amplía poder en la fase tercera del desconfinamiento con la gestión del Ingreso Mínimo Vital. Ergo, voto afirmativo a la sexta prórroga del estado de alarma. Rufián no consigue de momento la mesa de negociación entre Sánchez y la Generalitat. Pero la concretarán. Y, además, Esquerra ha celebrado la purga en la Guardia Civil del ministro Marlaska. ¿Qué era lo esencial: que el informe de la Guardia Civil contuviera errores o que el ministro pretendiera conocer un documento confidencial?

Los independentistas le tenían ganas a Pérez de los Cobos. Su cese como represalia por la profesionalidad del mando que quiso guardar su obligación de reserva lo consideran un regalo. Por lo tanto, abstención. Sánchez se puede lanzar a su sexta prórroga porque la llave se la vuelven a facilitar los independentistas. Habrá que ver cómo se recomponen los trozos del consenso que la semana pasada estalló en mil pedazos. El vicepresidente Iglesias dispara con insultos contra todo el que se mueve mientras los ministros justifican el polémico pacto con los herederos de Batasuna derivando responsabilidades: la culpa fue del PP. Lo repiten varias veces al día. A ver si la gente se va mentalizando.

La propaganda les funciona. El blanqueamiento del mundo de ETA está ya amortizado. Les conviene demonizar a la extrema derecha para sacar rédito de la polarización. Se trata de generar tensión social. El ‘copyright’ es de Zapatero. De aquellos polvos, estos lodos. Asistimos a una reversión del orden de las cosas. ¿Quiénes son los totalitarios? Hasta que no llegó Podemos a la política desconocíamos el significado de la palabra ‘escrache’. Ellos nos enseñaron ese método de señalamiento e intimidación. Ahora, desde el Gobierno, Iglesias no oculta su plan de colapsar la democracia. Agitando el país. Propagar el bulo de que la oposición planea un golpe de Estado no es fruto de un ‘calentón’. Se trata de una estrategia. Muy peligrosa.

Como táctica para desviar la atención de la nefasta gestión del Gobierno durante la pandemia le puede dar frutos. Pero el truco del autogolpe ya lo hemos visto en otros países latinoamericanos. Si Pedro no comparte la estrategia de la confrontación que lidera Pablo, debería enviar una señal. Pero no lo hace. Sánchez está en manos de Iglesias. Porque cree que no podría gobernar sin Podemos. Ya hemos visto la inutilidad de una comisión para la reconstrucción social como foco de la discordia. Con políticos incapaces y sectarios que le bailan el agua a Pablo Iglesias. Quienes le apoyan quizás estén buscando un salvoconducto para ganarse su protección. Es el miedo tan minuciosamente descrito por Chaves Nogales en sus diarios sobre la Guerra Civil.

La alternativa en la oposición no tiene músculo pero no dejará de denunciar los abusos. En el PP, los rumores de malestar por las intervenciones de ‘verso suelto’ de Cayetana Álvarez de Toledo son acallados por el propio Pablo Casado. Con su silencio. Los que nunca les votarán se permiten aconsejarles: qué mal Cayetana; qué bien Núñez Feijóo. Sin darse cuenta de que la portavocía parlamentaria y un Gobierno autonómico son dos ligas distintas.

Habrá que mantener un hilo de optimismo. Con la mascarilla puesta pero sin la venda en los ojos. Para que la propaganda no nos nuble la razón. Urgen acuerdos. Pero Sánchez no quiere saber nada del PP. Lo viene demostrando desde hace tiempo. Sólo busca su silencio. Y nadie mejor que él, que fue capaz de abandonar su escaño para evitar abstenerse ante Rajoy, sabe que a la oposición no se le puede exigir que se mantenga silente y disciplinada. En democracia, no.