El miedo escénico se apoderó ayer de la clase social todavía dominante en Guipúzcoa cuando decidió ausentarse mayoritariamente del intencionado acto que Bildu desplegó en el Kursaal donostiarra para explicar cómo quiere gobernar la Diputación de este territorio.
Este intencionado vacío redujo el encuentro a una distendida muestra de confraternidad entre los de casa, salpicada, eso sí, de contadas excepciones. Es posible que tan gélida respuesta a la invitación de Bildu pueda ser interpretada fácilmente como una premonición sobre el camino de espinas que le aguardará a Martín Garitano a partir de su investidura como diputado general. Al menos, de entrada.
La afrenta al entorno nacionalista en las urnas del 22-M ha sido de tamañana envergadura que era políticamente imposible que Bildu recibiera ayer siquiera una tibia acogida en el Kursaal. Ahora bien, la frialdad exhibida por las principales organizaciones sociales y económicas del territorio fue tan ostensible que es capaz de dejar huella. A Garitano, sin embargo, no se le notó el desaire. En definitiva, solo buscaba aprovechar otra ocasión para desdramatizar ante las cámaras la carga de la prueba que pesa sobre el programa de gobierno de Bildu. Eso sí, no pudo decírselo a la cara a quienes vienen hilvanando el argumento de tal acusación. No fueron al Kursaal.
EL PAÍS, 7/6/2011