ARCADI ESPADA-El Mundo
ME PARECE muy bien y muy pedagógico que el líder de Vox corrija a Emilia Landaluce, la que acaba de publicar un libro negándolo. En gesto que le honra, Abascal asegura que una de las medallas que lleva con orgullo en la pechera es la de facha. Es una gran novedad española. Los únicos fachas que hasta ahora había en España eran, sobre todo, catalanes y vascos, y era por ellos que circulaba en exclusiva la savia nacionalista xenófoba, común en muchos países de Europa. Por el contrario, la forma realmente existente de ser español era esa empecinada voluntad de vivir juntos los distintos. En nombre de España, y hasta ayer mismo, no se echaba a nadie a la calle. Se hizo y se hace en nombre de Catalunya y de Euskadi. Pero de España no. El fruto más contundente y perdurable del nacionalismo español moderno era la Constitución de 1978: de ahí la superioridad moral del supuesto nacionalismo español sobre los periféricos. Pero esto se ha acabado. Diez mil fachas dijeron ayer que son españoles y nadie debe negarles su derecho.
La novedad está cargada de ventajas. El caso de La Sexta, por ejemplo. Después de años de hacer negocio con comunistas, nacionalistas y terroristas, la locutora Pastor se pregunta ahora en público cómo hay que tratar al fascismo en la tele: esperanzadores signos de vida en el planeta rojo. El registro en propiedad de la palabra facha supone también una acción de higiene social indiscutible. Facha era una palabra en busca de tomante. Por usar lo que tengo más a mano: no hay día que no me la donen. De modo que identificados ya los tomantes confío en que el paisaje se vaya aclarando y empiecen a insultarme con el adjetivo socialdemócrata, que es el que en verdad merezco. En términos de equilibrio social también hemos ganado: ya era hora de que algún orgullo estallara pletórico desde la derecha. El orgullo facha, a ver por qué no, dados los vigentes.
Desde ayer la portavoz Celaá está preparando el comunicado que dice: «Cautivo y desarmado el ejercito faccioso, las tropas republicanas han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado». Se comprende la irreflexiva euforia: por fin van a ganar la guerra civil. Pero no sabe la lerda cuál es su problema principal. Y es que cuando ahora diga herederos del franquismo sabrá ya que obligatoriamente apunta a menos del 2 por ciento electoral.