Por supuesto, los mismos cabezas de huevo (sin yema, siguen la dieta de la alcachofa mecánica) que lamentan que las primarias destruyan los partidos se quejan de que los partidos están destruyendo la democracia. Un ser vulgar, que observe los principios de coherencia que deberían regir el discurso en sociedad (a solas, uno puede llevarse la contraria a sí mismo y ser feliz; en el siglo pasado, hasta llegar a Unamuno) diría que si los partidos están destruyendo la democracia, nada mejor y poéticamente más justo que la democracia destruya a los partidos, o los fuerce a portarse bien y no destruir el sistema representativo, del que ellos son medios y no fines.
Pero eso es, ya digo, de seres corrientísimos. Un opinador de hoy tiene a gala contradecirse y disfrutarlo, presumiendo de que su inmenso talento tropieza con su inmenso sentimiento, ambos inquilinos de su inmensa y admirable humanidad. Así que Progresín, su lector, le dice a Vulgarón:
– Yo estaría a favor del capitalismo, que según algunos (los que se benefician de él, claro) produce más riqueza que el socialismo, pero, ¿qué hacemos con los niños que buscan en la basura?
– Yo recogería a los niños, les daría de comer y limpiaría la basura.
– ¡Claro: escondamos las contradicciones de esta sociedad en la que los pobres son cada vez más pobres! ¡Y vendámosle el sueño americano, que habrás leído que ya no existe!
– Eso de que los pobres son cada vez más pobres lo decís el Papa y los podemitas, pero es falso. El sueño americano que no existe es el cubano. Menos mal que Trump les quiere impedir esa engañifa. ¿O es malo si pasan y peor si no pasan?
– Sí, hombre sí. Ahora vas y me defiendes las primarias para limpiar el sistema. Porque tenemos mucha democracia en este sistema, ¿no?
– Yo prefiero votar a no votar, Progresín. Ya sabes que no me gustan Cuba, Venezuela ni Corea del Norte.
– Tú sigue, sigue así, Vulgaroncillo. ¡Total, cada vez os queda menos!
Y a lo peor es verdad.