JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • La creciente influencia de las encuestas exige más control sobre su objetividad y calidad

En una democracia de opinión como la española, cada vez pesan más dos elementos en la configuración del voto: los sondeos demoscópicos y los medios de comunicación. Los estudios de intención de voto ya no se perciben como una información del estado real de la opinión del cuerpo electoral, sino como un potencial vector de influencia en la voluntad del electorado. Esta influencia creciente de las encuestas de pronósticos electorales exige incrementar el control sobre los institutos demoscópicos para asegurar la objetividad y calidad de los sondeos que se publican, especialmente en los momentos próximos a convocatorias a las urnas.

La intensa porosidad de electorados entre los bloques de la derecha y la izquierda hacen más necesario que nunca ese control para asegurar el rigor. En 1980 se aprobó la Ley sobre Régimen de Encuestas Electorales en un primer intento de frenar la avalancha de sondeos sin la mínima garantía de seriedad y objetividad en las primeras elecciones democráticas. Posteriormente esta normativa se incluyó en la Loreg (Ley Electoral) y se atribuyó a la Junta Electoral Central el papel de garante de la limpieza en la elaboración de prospecciones demoscópicas. Pero, con excepción de momentos puntuales en los días de campaña, la Junta ni está ni se la espera. No consta que haya tomado medidas para impedir operaciones de manipulación o prácticas fraudulentas en los sondeos publicados. La existencia en España de un Centro de Investigaciones Sociológicas con un socialista de carné como Félix Tezanos como presidente y un presupuesto para 2022 de 11 millones obliga a replantearse los instrumentos de control. Francia tiene una Commission des Sondages, independiente, dedicada a esa tarea. Los sistemáticos errores de cálculo del CIS en los últimos comicios de Andalucía y Madrid y las predicciones para Castilla y León dando ganador a su partido en contra de todos los sondeos privados han hecho saltar todas las alarmas.

Los graves errores de cálculo en una institución con grandes recursos y mejores profesionales, que realiza muestras de 7.000 a 10.000 ciudadanos, no tienen una explicación metodológica o científica. Excepto si se considera metodológico el famoso efecto arrastre (‘Bandbagon effect’). En sociología electoral ya está teorizado desde los años 80 como el efecto de provocar que los votantes respalden al candidato que se pronostica como vencedor. Eso explicaría que Tezanos, en medio de la campaña de Madrid, diera ganador al bloque de izquierda liderado por Ángel Gabilondo. O que estos días pronostique que el PSOE ganará en Castilla y León.