Las últimas encuestas en Cataluña dan unos resultados casi idénticos en el aspecto central de lo que allí se juega: Artur Mas no conseguirá su «mayoría excepcional» para echar a andar el proyecto soberanista. Los dos periódicos de Barcelona, que dan los mejores resultados para CiU, la sitúan a cuatro escaños de la mayoría absoluta en la parte alta de la horquilla. Los demás, y también en la hipótesis más beneficiosa, entre los cinco de EL MUNDO (60-63), y los seis de Abc, El País y La Razón, que la saca hoy.
Es un fracaso más del president Mas, que hay que sumar a su gestión económica, a su legislatura interrupta y a las mentiras que ha venido propalando con singular entusiasmo y extraordinaria convicción, la principal de las cuales es que una Cataluña independiente sería un Estado miembro de la Unión Europea. O sea, que Europa se amplía por partenogénesis, hay que joderse.
Todos los dirigentes de la Unión han dicho lo que es obvio, que no. El último, el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, el sábado, en Cádiz. La ficción no aguanta hasta el 25 y ya están reformulando la cuestión: el Parlament tendrá una gran mayoría soberanista, o la «mayoría excepcional» para obligar a Rajoy (y su mayoría absoluta) a negociar que pedía ayer el increíble hombre (de Estado) menguante que es Duran Lleida.
Un gobernante de cualquier país democrático, pongamos EEUU, que mienta en el espacio público, acaba con su carrera política. Mas debería dimitir la noche del 25 por todo lo dicho. Pero aquí ya no hay sentido de la responsabilidad ni asunción del fracaso. Los nacionalistas, no única, pero sí especialmente, desconocen el concepto del espacio público, y la responsabilidad que obliga a asumir el fracaso o la derrota. Es histórica la decisión del PNV fechada el 2 de abril de 1939, al día siguiente del parte de la victoria de Franco: ahora que nos han ganado vamos a ver qué les podemos sacar. Aguarden al día 26 y verán.
Es de esperar que Pujol y Mas acudan esta mañana al juez para querellarse contra este periódico. Mas me impresionó muy vivamente el día en que fue a un notario para que diera fe de su sagrado compromiso de no pactar con el PP, con un calçot empuñado en el papel de rabanito: «Aunque tenga que convocar manifestaciones y montar un referéndum que nos saque de la UE, al señor notario pongo por testigo de que jamás volveré a pactar con el PP». Eso, con un notario. Imaginen lo estupendo que se pondrá ante un juez.
Cierto que el juramento de Scarlett O’Hara se ha banalizado mucho, pero es un signo de los tiempos, hemos perdido el sentido de la épica. Conste que yo también les presumo la inocencia en grado de borrador, pero tal vez radique aquí la explicación última del soberanismo tan furiosamente sobrevenido: ellos ya saben que la independencia sacaría a Cataluña de la Unión Europea, pero también del ámbito de la Justicia española. Antaño, los delincuentes (presuntos, ojo) podían acogerse a sagrado en las iglesias. Una Cataluña independiente sería un Montserrat más grande.