Borja Sémper, LA RAZÓN, 22/8/11
Garitano está que se sale. A lo largo de este verano ha ido desvelando más capítulos de su obra política. Lo que al principio resultaba un misterio para muchos, capítulo a capítulo, va dejando de ser una novela de misterio para resultar del género grotesco. Intentó resultar agradable en sus primeros pasos, sonriente y accesible, jatorra y de nuevo cuño, como si el ejercicio de la política no fuera con él. Y algunos se sorprendieron, ignorando cuál había sido su trayectoria hasta la fecha. Como si muchos no recordáramos sus amenazas explícitas contra compañeros de profesión desde su búnker mediático, protegido bajo el pseudónimo de Soroa o la crueldad de muchas de sus valoraciones tras trágicos atentados, en sus tertulias de Radio Euskadi.
Muchos quisieron ver en sus modos y maneras, en su histriónico triunfo, una nueva forma de ejercer la política. Y demasiado pronto para los sesudos estrategas del buenismo, el «txibato» de periodistas, el vocero del antisistema –¡Vaya paradoja ser ahora el apoderado, el gestor, el representante de una institución del Estado!– fue escenificando lo único que ha defendido hasta la fecha y piensa seguir haciendo: recibió a miembros de SEGI en el Palacio Foral para demostrarles su ánimo e inquebrantable solidaridad; abrazó a los familiares de los presos de ETA, estableció una terrible división entre víctimas catalanas y el resto… Garitano se mueve desde el fundamentalismo ideológico y desde un pasado vinculado a la justificación diaria de ETA. Los últimos meses nos demuestran que la Diputación de Guipúzcoa no está gobernada por alguien que cree que Guipúzcoa es de todos; sino por alguien que cree que es un territorio en el que quienes asesinaron, quienes les jalearon y quienes son sus familiares tienen prioridad sobre todo lo demás. A partir de ahí, todos los demás formamos parte de un molesto decorado que Garitano tiene la encomienda de limpiar, o en el mejor de los casos, ocultar.
Las infraestructuras, la economía, las políticas sociales… son cuestiones relegadas para Garitano y Bildu porque lo importante es otra cosa: la construcción de una Euskadi socialista y la construcción de un relato sobre la historia de ETA en virtud del cual, tanto los que mataron como los que fueron asesinados son igual de culpables.
Borja Sémper, LA RAZÓN, 22/8/11