El otro día Felipe González soltó una idea felicísima en El Hormiguero que ha pasado desapercibida. Hablando del bloqueo del Consejo General del Poder Judicial – recordemos, Sánchez quiere cambiar el método de elección para que le favorezca a él y tener controlado al órgano frente a la oposición del PP que defiende cambiar el método de elección – el ex presidente dijo que había dado algunas ideas para desatascar un asunto tan serio como éste. Entre ellas, sortear a los jueces candidatos a ocupar un puesto en dicho consejo. No explicitó si el sorteo debería llevarse a cabo con los Niños de San Ildefonso o anunciarlo a través de la gran Blanca Belloch, que cada día nos da puntual y exacta información acerca de los agraciados en los sorteos de las Loterías Nacionales. Ambas ideas parecen televisivamente agradables al público y, desde luego, si añadimos un ballet o, mejor todavía, lo convertimos en un reality tipo Operación Triunfo en el que los magistrados tengan que convivir en un mismo juzgado y ser evaluados a diario por gente como Risto Mejide, la bomba es segura.
A fin de cuentas, la vida es azar, cuando no recomendación de un amigo, amiga o amigue, y este sistema del sorteo – mejor mixto, jurado del reality y voto de la gente desde casa – no sería peor que designar a este magistrado o al otro porque son de tal o cual partido, o porque éste dará su aprobación a según que cosas y, en fin, se teñirá la justicia del color del partido que le apoye. La propuesta, repito, daría mucho juego, crearía un fandom notable entre los espectadores, habrían haters o seguidores de unos y otros y, por descontado, los expulsados que no accedieran finalmente al Consejo podrían resarcirse grabando discos, apareciendo en programas del corazón vendiendo exclusivas de sus líos amorosos o posados robados en la Audiencia Nacional e incluso presentando otros programas que nacerían al calor de este, tipo “Mira quién juzga”, “Tu caso me suena”, “La puñeta de la fortuna” o, volviendo a los clásicos, “Un, dos tres, apele otra vez”.
El único riesgo a esta brillante solución de Felipe, similar a la del nudo gordiano por su sencillez y lógica, es que a lo mejor otros sectores de nuestra sociedad se apuntarían a la moda y los políticos se replantearían las elecciones para hacerse elegir mediante concursos
El único riesgo a esta brillante solución de Felipe, similar a la del nudo gordiano por su sencillez y lógica, es que a lo mejor otros sectores de nuestra sociedad se apuntarían a la moda y los políticos se replantearían las elecciones para hacerse elegir mediante concursos. Eso sería un no parar, porque en este país tenemos elecciones cada semana. ¿Ustedes se imaginan un programa como “La Voz”, pero en clave política? Que si la Voz de España, La Voz del pueblo, La Voz de las mujeres, la de los trans, la de los separatistas, la de los comunistas, la de los partidarios de Eduardo Dato, la de los de la tortilla con cebolla o los sincebollistas, etc.
Sería una hartura, aunque debemos reconocer que tal y como se plantea el rígido corsé de las campañas electorales ahora, sin libertad para que sea el medio quién decida qué es relevante y qué no porque lo regula la Junta electoral, el bostezo sea obligado. Quizás se impondría una variable: organizar una serie de partidos de fútbol, una liguilla, estilo solteros contra casados o folclóricas contra finolis, pero entre partidos, retransmitida en abierto para toda España. Con el aliciente de que el Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas o como se llame ahora sacaría unas perrillas con las quinielas y siempre sería mucho más divertido hacer la crónica de un debate Sánchez-Feijoó en tono de periodista futbolero. O de boxeo. Quién sabe, todo es posible y no descarten ustedes que alguna de las cosas aquí vertidas, más fruto de la desesperación que de la hilaridad, acaben sucediendo. Nada es imposible en la España de Sánchez.