Mikel Buesa-La Razón
- Cabe esperar que los hechos agresivos de estas últimas semanas –con cortes de tráfico, ataques a autobuses urbanos, manifestaciones y enfrentamientos con la Ertzaintza– se multipliquen
No por ser un partido bendecido por el Tribunal Constitucional, ni por estar asociado al entramado de apoyos al Gobierno de Sánchez, ni por haber sido blanqueado gracias a la política identitaria del PSOE, Sortu-Bildu ha dejado de estar encadenado a la violencia. Ésta se encuentra ya en su origen vinculado al restablecimiento del partido de ETA, negociado como pago al cese de las actividades terroristas, y se reafirma en una multitud de acciones con las que reivindica el pasado de violencia que dio lugar a su constitución. Lo hemos visto reiteradamente en los actos de furia simbólica que se configuran en forma de homenajes a los etarras que perdieron la vida en enfrentamientos con las fuerzas policiales o por su propia ineptitud –no todos, por cierto, pues a unos cuantos se les considera traidores al movimiento abertzale–, o también bajo la modalidad de «ongi etorri» (bienvenida) a los excarcelados de la organización terrorista –buena parte de los cuales no tardan en encuadrarse en sus filas–. Pero, más recientemente, se ha dado el paso hacia la violencia material cuando Ernai –la entidad que alinea a sus juventudes– se ha embarcado en acciones que imitan la vieja «kale borroka».
Esto no ocurre por casualidad, sino por necesidad. Desde hace años con Ernai compiten otras organizaciones –ahora agrupadas en Gazte Koordinadora Sozialista (GSK)– que han tenido un notable éxito en la movilización de la juventud nacionalista más radical, opuesta a lo que consideran como entreguismo de Otegi y reivindicativa del retorno al terrorismo. Para Sortu-Bildu ello supone un severo desgaste por su base; y de ahí que su dirección haya optado por emular los viejos tiempos en los que, a través de la experiencia del terrorismo callejero, los jóvenes se incorporaban a la izquierda abertzale y, en algunos casos, a ETA. Así que, dada la ventaja que en esto acumula GSK, cabe esperar que los hechos agresivos de estas últimas semanas –con cortes de tráfico, ataques a autobuses urbanos, manifestaciones y enfrentamientos con la Ertzaintza– se multipliquen. Si fuera así, no será irrelevante, de manera que solo a través de la represión policial podrá atajarse de manera temprana la escalada violenta. El precedente de «Resistência Galega» lo corrobora.