Alejandro Requeijo-El Confidencial
- La cúpula de la banda que él integró hace ahora una década mantuvo fuertes enfrentamientos con su brazo político por su apuesta por las vías exclusivamente políticas
Sortu, el partido heredero de la histórica Batasuna y columna vertebral de Bildu, calienta desde hace días la posible incorporación de David Pla Martín (Pamplona, 1975) para su máxima dirección. Fue el último jefe que tuvo ETA y ahora se perfila para ser una de las caras visibles de la izquierda ‘abertzale’ institucional. Este fin de semana, uno de los principales escuderos de Arnaldo Otegi y secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, le abrió de par en par las puertas de la formación. Pla, que con apenas 23 años legitimaba los atentados desde las pantallas de la televisión pública vasca, reivindicó hace apenas unas semanas el legado de “lucha” en otro programa de televisión.
David Pla, 23 años: “En la actual situación, que Euskal Herria vive una situación de no democracia, la violencia es un método válido”.
David Pla, 46 años: “Yo le puse voz a la decisión de ETA [el cese de la violencia]. Era un momento importante a nivel histórico. No nos representábamos solo a nosotros, sino a décadas de lucha”.
Las primeras comillas corresponden a un debate entre jóvenes organizado en 1998 por EITB. Un Pla todavía veinteañero defendía la legitimidad de los atentados ante la presencia en el plató, entre otros, del actual líder de Vox, Santiago Abascal. Solo aquel año, ETA mató a seis personas antes de decretar una tregua trampa que usó para rearmarse y volver con más fuerza. La segunda frase, con casi un cuarto de siglo de diferencia, es de una entrevista de hace semanas en la televisión pública catalana, TV3. Tras dos detenciones, un breve paso por prisión y decenas de muertos más, Pla sigue justificando los atentados.
Este exdirigente de la organización aparece en los planes para desempeñar un puesto de responsabilidad dentro de la coalición de partidos que seguirá liderando Otegi. Ha concedido otras entrevistas desde que quedó en libertad en 2020 tras una condena de cinco años en Francia por asociación de malhechores. A diferencia de otros jefes de ETA, él no ha tenido que hacer frente a una larga pena. Eso explica el perfil de los últimos responsables de la organización. Ascendían rápido a los puestos de dirección sin mucha experiencia criminal debido al ritmo incesante de detenciones que ahogó a la banda. Su perfil, además, siempre fue más político, según apuntan expertos antiterroristas.
«Comencé a militar unido a la problemática juvenil, fue un recorrido que entendí natural. Era parte de una realidad de nuestro pueblo»
“Soy una persona normal —dijo en TV3—, una persona simple como cualquier otra, nacida en Pamplona hace 46 años. Muchas veces me han preguntado si tenemos orígenes catalanes: que sepamos, no. Mi padre y su familia son de Navarra y mi madre es de Salamanca. Tuve que aprender euskera en mi juventud y poco a poco fui cogiendo conciencia política y más compromisos dentro de la militancia. Yo comencé a militar unido a la problemática juvenil, fue un recorrido que yo entendí natural. Era parte de una realidad de nuestro pueblo”.
Casi desde su puesta en libertad, ni Pla ni Sortu han escondido su relación. El exjefe etarra ha participado en actos públicos del partido heredero de la vieja Batasuna como el que tuvo lugar en septiembre de 2020 en Bilbao en defensa de un cambio en la política penitenciaria. El ex preso terrorista ofreció una charla sobre «la estrategia actual para la repatriación de presos, prófugos y deportados». En la misma entrevista concedida a TV3, advirtió de que Euskadi está ahora mejor que hace 10 años, cuando sus comandos mataban, pero “eso no quiere decir que no haya asuntos por resolver todavía”. Se refería, principalmente, a los presos de la organización.
Sortu: «David ha sido una de las personas clave en la apertura de este nuevo ciclo, fue uno de los protagonistas del cambio de estrategia»
Desde Sortu, se afanan en destacar la labor de Pla a la hora de decretar el cese de la violencia. El partido celebrará en enero un congreso que supondrá la salida de algún histórico como Rufino Etxeberria. Este fin de semana, uno de los dirigentes de la formación, Arkaitz Rodríguez, valoraba así la posibilidad de contar con Pla: «Vendría a corroborar la apuesta de la izquierda ‘abertzale’ por vías exclusivamente políticas y democráticas. David ha sido una de las personas clave en la apertura de este nuevo ciclo, en la medida que fue uno de los protagonistas del cambio de estrategia. Una de las personas que contribuyeron de forma determinante a retirar la violencia de ETA de la ecuación vasca».
Un cierre de filas
Fuentes de la izquierda ‘abertzale’ consultadas por El Confidencial interpretan esta decisión de contar con Pla en el organigrama como un “cierre de filas” interno. Desde el final de la violencia, unas de las obsesiones de la vieja guardia ha sido evitar escisiones violentas como en Irlanda. Casi desde hace una década, el mundo proetarra acoge en su seno a un sector crítico que, aunque minoritario, ha protagonizado episodios en los que ha mostrado cierto músculo. Fue el caso del último rebrote de violencia callejera en el País Vasco y Navarra en 2020 a causa de la huelga de hambre de un preso crítico con la línea oficial de Bildu. Diversas fuentes consultadas informan de que ese mundo si cabe más radical vive actualmente inmerso en tensiones internas
Pla fue la persona que junto a Iratxe Sorzábal e Izaskun Lesaka leyó, encapuchado, el comunicado del cese definitivo de la violencia de ETA el 20 de octubre de 2011. Pero ese es un momento al que la banda que él dirigía llegó arrastrando los pies por la derrota policial y por la presión de su otrora dócil brazo político ilegalizado, que presionó en busca de su propia supervivencia. La antesala de aquella declaración histórica fueron dos años de pulso interno en que ETA apostaba por más muertos. Aquellas diferencias se visibilizaron incluso en los comunicados públicos que elaboraba el aparato político que dirigía Pla. El colectivo de presos que controlaba la dirección de la banda llegó a acusar a Otegi de crear división.
La figura del navarro David Pla Martín cobró relevancia la madrugada del 16 de abril de 2010. A primera hora de un viernes, las fuerzas de seguridad francesas le arrestaron en la localidad de Hendaya en el marco de la operación H-Alboka de la Guardia Civil. Tan solo dos días antes se había detenido a varios abogados de la banda acusados de ejercer de correo de transmisión entre la dirección de ETA y las prisiones donde entonces había 700 terroristas (hoy apenas son 200).
El Ministerio del Interior atribuyó a David Pla el liderazgo de ese entramado de letrados. De puertas para dentro, la detención de este presunto líder de ETA generó el enésimo enfrentamiento entre la Guardia Civil y la Policía. Según fuentes de la lucha antiterrorista de la época, estos últimos se quejaron de que llevaban tiempo detrás de Pla, al que seguían la pista porque les podía llevar hasta los jefes de la organización. Consideraban que con ese arresto se había cercenado esa posibilidad.
El entonces ministro del Interior, el fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, confirmó en parte esa tesis. Dijo que Pla, “un viejo conocido de las fuerzas de seguridad”, vivía en Francia para facilitar la conexión de los arrestados con la cúpula de la organización terrorista. No obstante, se felicitó por su detención y le ubicó en un lugar destacado del aparato político de la banda, los encargados de fijar las estrategias de ETA. La sorpresa y la indignación llegarían apenas tres días después, cuando la Justicia francesa le puso en libertad por falta de pruebas. Nada más se supo de él hasta que los expertos antiterroristas comenzaron a ubicarlo ya con mando en plaza al frente de la dirección clandestina de la organización.
En la hoja de servicios de Pla, ya aparecía una detención 10 años antes. Fue en Zaragoza y cayó junto a Aitor Lorente Bilbao en una operación de la Policía Nacional. Llamó la atención de los agentes un vehículo de alquiler con las placas cambiadas. La investigación posterior determinó que había recibido instrucciones del dirigente etarra Francisco Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, para extender a toda España una infraestructura estable, consistente en pisos, vehículos y documentación falsa, a fin de que posteriormente fuera utilizada por los comandos operativos. Además, tenían órdenes de conseguir información sobre posibles objetivos.
Pero tan solo 11 meses después, Pla llegó a un acuerdo con la Fiscalía y asumió una pena de seis años de cárcel por el delito de pertenencia a banda armada, algo poco habitual para la época, según recuerda ahora un veterano de la lucha antiterrorista. Eso eran cinco años menos de lo que tenía previsto el fiscal, Ángel Caballero.
Oslo y la operación Pardines
Su última detención fue en 2015 en el marco de la operación Pardines de la Guardia Civil. Se llamó así el operativo porque el Instituto Armado consideraba que ese sería el golpe definitivo a ETA y le pusieron el nombre del primer asesinado por la banda. ETA se disolvió definitivamente en 2018, ya con Pla en cárceles francesas. Fuentes de la lucha antiterrorista le otorgan un papel relevante en las últimas decisiones del entorno proetarra, como la escenificación de desarme que tuvo lugar en Bayona en 2017. Tenía peso específico en el colectivo de presos, que fue virando desde las posiciones contrarias a Otegi hasta plegarse a sus estrategias.
Este terrorista había estado en la delegación de la banda desplazada a Oslo que integraba también el histórico dirigente etarra José Antonio Urritikoetxea. El objetivo era mantener un diálogo con el Gobierno porque así se lo había prometido el Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero semanas después, el PP ganó las elecciones y renunció a mantener ningún contacto con ETA, que acababa de decretar el cese de los atentados y exigía una negociación para abordar lo que llamaban las consecuencias militares del conflicto: desarme, presos y huidos. Ahora, el navarro David Pla Martín, el último jefe etarra, tendrá la ocasión de seguir defendiendo sus tesis desde Sortu, partido que logró salir de la ilegalización introduciendo una condena de la violencia en sus estatutos, pero siempre en caso de que se volviese a producir en el futuro, nunca como revisión crítica del pasado.