ABC 30/12/13
· La tensión interna en la cúpula de ETA sigue demorando un «gesto» que, según Sortu, beneficiaría a los presos
Incautación de dos pistolas y material para la fabricación de artefactos explosivos a un comando de ETA en 2008 irigentes de Sortu volvieron a pedir a los cabecillas de ETA hace escasas semanas que realizasen antes de fin de año un gesto relacionado con el desarme, aunque fuera de carácter simbólico. Sin embargo, y a falta de apenas 24 horas para el 31 de diciembre, se han tenido que contentar con el comunicado hecho público por los presos de la banda terrorista, que asumen «el daño multilateral» causado y se acogen a la legalidad para poder obtener beneficios penitenciarios.
No obstante, Sortu no ceja en su empeño de que ETA mueva ficha. Así, y mientras se fraguaba este movimiento en las cárceles, dirigentes de Sortu presionaban a la menguada dirección etarra para que acometieran la vía del desarme. La pugna en el «comité ejecutivo» de la banda ha demorado una decisión que dirigentes como Arnaldo Otegi, Pernando Barrena o Urko Aiarza esperaban que se hubiera producido ya.
Urko Aiarza, senador de Amaiur y responsable del frente internacional de Sortu, se afianza como hombre clave en este intento de que ETA dé pasos que ayuden a lo que los proetarras denominan «desbloquear el proceso». Según expertos antiterroristas consultados por ABC, no hace mucho tiempo Aiarza contactó con la organización criminal y le urgió a que escenifique una entrega de armas. Los mismos medios explican que el tono fue «duro» ya que Aiarza reprochó a los cabecillas etarras que no lo hubieran hecho ya, cuando el pasado mes de mayo el denominado «Foro Social», impulsado por la «izquierda abertzale», le puso la «pista de aterrizaje».
Último contacto
Se refería a las doce recomendaciones que hizo público este Foro. Entre ellas, demandaba a ETA que llevara a cabo «en un tiempo prudencial» un «proceso controlado, ordenado y consensuado que culmine con el desmantelamiento de armas y estructuras militares».
La banda respondió en un comunicado que tales recomendaciones suponían un buen punto de partida y se comprometió a pronunciarse, pero desde entonces calla. El silencio ha ido provocando una creciente ansiedad entre los dirigentes de Sortu que, al mismo tiempo, comprueban con preocupación cómo el grupo de mediadores y verificadores internacionales que dirige Brian Currin se van distanciando de la «resolución del conflicto vasco», hartos por el «inmovilismo» de ETA. Con el rechazo del Gobierno de Mariano Rajoy ya contaban. Hace escasas semanas se produjo el último contacto –en un país europeo– en el que Urko Aiarza habría transmitido a los cabecillas de la banda la urgencia de escenificar ese desarme.
El hecho de que en ese encuentro ETA no cerrara ninguna posibilidad ha provocado que la «izquierda abertzale» recupere un optimismo moderado. Por su parte, fuentes antiterroristas consultadas por ABC aseguran que no se ha detectado ningún dato que confirme que la organización criminal vaya a escenificar algún gesto simbólico relacionado con la entrega de armas. Pero admiten que se trata de una hipótesis nada desdeñable.
«A estas alturas –argumentan– si ETA quiere dar un golpe de efecto, no le cabe otra opción que una entrega de armas. Cualquier hipotético comunicado en el futuro que se quedase en supuestas intenciones, y no en hechos concretos, ya no tendría ningún efecto. Tampoco para las bases batasunas», subrayan.
Por su parte, el Gobierno ha venido reiterando que lo único que espera es la disolución y una entrega total de armas, verificada por las Fuerzas de Seguridad. No obstante, fuentes gubernamentales admiten que si ETA llegase a anunciar a en próximas semanas o meses un desarme de tipo simbólico, tamopoco lo iban a valorar «como algo negativo en ningún caso».
Alta tensión
De momento, la demora de una entrega parcial de armas es atribuida por los expertos de la lucha antiterrorista a las tensiones que existen entre ETA y Sortu. Principalmente, por cuestiones tácticas, pero también por las discrepancias en el seno del «comité ejecutivo», denominado «Zuba».
Así, Iratxe Sorzábal lideraría el sector más duro. No se plantea una reanudación de la actividad terrorista, pero considera que un desarme es la única baza que le queda a la banda y debe llevarse a cabo cuando el Gobierno reagrupe a los presos y los libere de manera escalonada. Enfrente, David Pla se decantaría por hacer ese gesto ya e impulsar así pasos «unilaterales» de Sortu, al margen del Gobierno.