LEYRE IGLESIAS / EL MUNDO 27/02/13
· Las ponencias ideológica y política del partido revelan una indefinición en su apuesta socioeconómica, siempre supeditada a un nacionalismo con tintes totalitarios.
La izquierda abertzale se ha impuesto el cometido de sostener el proyecto político por el que mató ETA, pero sin ETA.
Lo refleja sobre el papel en las ponencias ideológica y política que ha cerrado en el congreso constituyente de su primer partido con militantes y estatutos, Sortu (‘crear’). El historiador experto en el MLNV Gaizka Fernández Soldevilla (Barakaldo, 1981) y el ex polimili y fundador de Euskadiko Ezkerra Eduardo Uriarte Romero (Sevilla, 1945), analizan estos documentos para EL MUNDO. Ambos coinciden en que no hay atisbo de autocrítica respecto a las décadas de terror, y que por encima de todo –también de un socialismo «ambiguo»– prevalece, como antes, el nacionalismo radical. Con novedades sustanciales en la estrategia y también en el lenguaje.
¿Qué queda de ETA?
La mayor diferencia respecto a la trayectoria abertzale supone precisamente la ausencia de la organización que ha sido su vanguardia. «Es el traspaso oficial de poderes, de los terroristas a los políticos», resume Fernández Soldevilla. A partir de ahora elmovimiento ya no lo dirige su «caudillo mesiánico» sino el que fuera su «servil brazo civil». Un paso crucial que ya dio ETA político– militar en 1976 con la ponencia Otsagabia de Pertur y Erreka, aunque entonces fue una «traición» y ahora se produce 37 años y casi 900 asesinatos después. Sortu se proclama receptor del «caudal» del Movimiento de Liberación Nacional Vasco y, por tanto, asume su pasado. Su narrativa es la
misma, construida «a la luz del conflicto entre un Estado opresor y una Euskal Herria oprimida, igual que ocurría en la dictadura, que lucha por su libertad».
La asunción del pasado es lo que les permite decir que ahora la violencia no sirve, arguye Teo Uriarte. Pero esa asunción no alberga «ninguna crítica» a ETA, que está presente en dos aspectos: la importancia que se le concede a la «resolución del conflicto y con ella, la secuela de sus presos». Al antiguo compañero de Mario Onandia le cuesta encontrar similitudes con los primeros textos de aquella Euskadiko Ezkerra «desembarazada» de ETA político–militar en la Transición democrática. En los escritos de Sortu, dice, «ETA sigue pesando en el discurso que se redacta». «No han evolucionado ni un paso doctrinalmente desde la Transición », añade Fernández Soldevilla. El salto, según su análisis, no reside en el objetivo –una Euskal Herria independiente y monolingüe euskaldun– sino sólo en la estrategia, con dos novedades.
La independencia, ¿cómo?
Aunque los objetivos no han cambiado,sí lo han hecho los medios.Antes eran tres, como describió este historiador junto con Raúl López Romo en Sangre, votos, manifestaciones. ETA y el nacionalismo radical, 1958-2011 (Tecnos, 2012). «El primero era la sangre, el terrorismo, al que estaban subordinados los otros dos: los votos en las elecciones –aunque sin acudir a las instituciones hasta los 90– y la lucha de masas, las manifestaciones». Ahora Sortu renuncia a las armas –no dice que sea por motivos éticos sino sólo utilitaristas– y desgrana tres tipos de medios políticos. El primero es la lucha institucional, equiparable al resto de los partidos, unida a otros dos que los demás no emplean: uno «extrainstitucional», la lucha de masas (manifestaciones, huelgas y desobediencia civil); y otro, la lucha ideológica, con la que pretende expandir su visión en el sector cultural (el campo editorial, mediático, musical, educativo…).
La segunda gran novedad de la ponencia de Sortu, según Fernández Soldevilla, es el proceso gradual hacia la independencia. El partido plantea un estado intermedio en forma de estatuto de autonomía para Euskadi y Navarra, una fórmula que ya defendían HB y ETA en la Alternativa KAS (1976) y en las conversaciones de Loiola (2006), aunque en este caso ETA puso una fecha tope de dos años y las reuniones se suspendieron, cuenta Uriarte, que ahora sí aprecia que Sortu «quita la fecha» y «suaviza» el asunto. Fernández Soldevilla identifica además dos estaciones posteriores: «La república de Euskal Herria independiente dentro de la Unión Europea liberal y capitalista, como paso hacia otro tipo de Europa, a la que llaman Europa de los pueblos, en la que se verían representados Galicia, Cataluña, Flandes…».
¿Son más moderados?
La autodeterminación se define como «núcleo» de su proyecto político. «El centro es la independencia y el resto son apéndices para justificar su radicalismo nacionalista», afirma Uriarte.
Aprecia el respeto por las libertades de los ciudadanos e incluso su fomento, pero apunta que «no es baladí la obsesión, propia de los colectivos totalitarios, por el estado propio, auténtico instrumento que garantice las conquistas alcanzadas y las reivindicaciones hoy planteadas». «Para Sortu», resume, «sólo un Estado propio garantizaría la supervivencia de la idiosincrasia y cualidades del pueblo vasco». Ese nuevo Estado, abunda Uriarte, resulta «etéreo, si no autoritario respecto a la ciudadanía». «Lo que literariamente se plantea en defensa de la libertad y los derechos de la ciudadanía, que conecta mucho con la ruptura del racionalismo en la izquierda que inició Zapatero, en las cuestiones concretas parece tornarse en coerción». Pone el ejemplo del euskera.
La ponencia dice que «es preciso modificar los hábitos individuales y colectivos» en torno al uso del idioma. Gaizka Fernández comparte que «el ultranacionalismo» se mantiene sin cambios, también en la cuestión lingüística. «Hablan de euskaldunes plurilingües, pero no van a hacer cooficiales el castellano y el euskera. El castellano se plantea como una lengua de segunda, con un estatus especial que puede significar cualquier cosa. Su modelo es un país monolingüe en el que la diversidad lingüística y cultural sea barrida».
¿Cuál es su izquierda?
Ambigua, difusa, profundamente identitaria al estilo revolución bolivariana… En todo caso, actriz secundaria. Siempre ha sido difícil clasificar a la antigua Batasuna en este ámbito. La ponencia ideológica de Sortu asume que las corrientes de la izquierda la dividen y que por eso han decidido no optar por ninguna rama específica. Así ha ocurrido siempre: a menor concreción, mayor acumulación de fuerzas.
«El modelo social lo dejan en el aire, igual que ocurría en la Transición», explica Fernández Soldevilla. «Históricamente», añade Uriarte, «la izquierda abertzale siempre ha visto el marxismo como un elemento desmovilizador de lo central, que es el nacionalismo. Tenían miedo y siguen teniéndolo de que la cuestión socialista dulcifique la cuestión nacionalista, como pasó en Euskadiko Ezkerra», recuerda.
En los documentos de Sortu la concreción sobre el modelo socioeconómico que proponen es escasa; contradictoria, en algunos casos. Dice Teo Uriarte que «el tipo de izquierda es semejante a la bolivariana indigenista: populista, no racionalista, difusa». «Por ejemplo, hablan de medios de producción públicos pero también de propiedad privada, y eso es decir a los aledaños del Gobierno: ‘No os preocupéis,que aquí cabemos todos’».Además, prosigue, «el centro essiempre la independencia y no el materialismo histórico [marxista]como en Cuba, Bolivia o Venezuela,en contra del imperialismo americano». Lo aprecia en su ‘hermandad internacionalista’: «Plantean un internacionalismo que no es proletario; curiosamente, es un internacionalismo nacionalista, lo que lo convierte en una alianza de estados nacionalistas frente a adversarios comunes».
Al miembro de la Fundación para la Libertad no le ha pasado inadvertida otra coincidencia con ideologías fascistas como «la lírica romántica que expresa las numerosasmenciones a Ama Lurra, la tierra madre (que no es sino el origen de los vascos)», así como la importancia que se le concede al feminismo como respuesta a un machismo fruto del capitalismo –«como si no procediera desde el mismísimo neolítico», apunta–. Fernández Soldevilla lo encuadra en el afán «instrumentalizador y vampirizador» de la izquierda abertzale por todos los movimientos sociales –está ocurriendo ahora, por cierto, con los colectivos contra los desahucios–, que al menos se traslada a su lenguaje formal, como ha ocurrido con la mayor parte de la izquierda en lo que respecta al todos y todas feminista. «Es un feminismo formal. Habrá que ver cuántas mujeres mandan, En ETA siempre fueron muy feministas, pero siempre han mandado hombres», señala. De momento, en el núcleo duro de los 11 dirigentes de Sortu sólo hay 4 hombres, y entre sus 5 dirigentes territoriales, una sola mujer.
¿Es democrático?
Cuenta Mario Onandia en sus memorias que cuando estaba en la cárcel esperando su ejecución, decidió leer a José Antonio Primo de Rivera para saber por qué iban a matarle. El líder de la ETA político– militar que rompió con el terroren la Transición se encontró con que la Falange y él«buscaban lo mismo», sólo que la primera para España y la izquierda abertzale para el País Vasco.
Fernández Soldevilla rescata la anécdota cuando subraya que en los textos de Sortu se encuentra el lenguaje propio de la extrema derecha, como su apelación a una «revolución nacional democrática» y al «socialismo identitario», que son «términos en los que se camufla el Movimiento Nacional Republicano», escisión del partido de Jean-Mari Le Pen en Francia. La formación resucita además el concepto del «pueblo trabajador vasco», procedente del 68. «El sujeto revolucionario es el proletariado y las clases populares, pero los que creen en la patria vasca, no el trabajador que vota a IU. El que vota nacionalista.
Para ellos todavía no son vascos todos los habitantes de Euskadi, algunos son vascos de segunda». Uriarte añade: «Es difícil de entender un documento que se tilda democrático sin que tenga presente al resto de los actores no nacionalistas, planteando su proceso democrático exclusivamente para los adeptos. Recuerda demasiado a la democracia orgánica de Franco, pensada exclusivamente para los franquistas». A los oponentes se les llega a denominar enemigos. No sólo aquí su lenguaje es «belicista». Donde los partidos al uso hablan de acción, ellos hablan de lucha. Fernández indica cómo emplean repetidamente palabras como «democracia, libertades y derechos propios de la democracia parlamentaria, pero hasta vaciarlos de sentido», quizá «inspirados» por la fuerza de un 15-M al que miran con interés y cierto desconocimiento. «Yo no diría que según sus ponencias Sortu sea un partido democrático», concluye. «Es formalmente democrático, pero su vocación no es democrática. Quizá esto cambie con la lógica de las urnas e institucional».
El futuro Uriarte se lo dibuja hermoso. Ahora ya no son traidores como fueron los polimilis porque marchan todos juntos; el «bloque constitucional» que había entonces ya no existe; y la indignación social por la crisis y los «abusos de los grandes partidos» a la que quieren responder con un discurso populista tejen una situación política queofrece a Sortu «una oportunidad de desarrollo inmejorable».
LEYRE IGLESIAS / EL MUNDO 27/02/13