EL CONFIDENCIAL 01/10/13
Sin embargo, no era la primera vez que, desde la Casa del Rey, se tendían esos puentes a la organización terrorista. Varias fuentes próximas a la Zarzuela califican de «obsesiva» la posición de Don Juan Carlos para acabar con ETA. Y esas ofertas de diálogo se producían cada vez que España se enfrentaba a un acontecimiento histórico.
«En 1979, el Rey mandó a Areilza, que había dejado de ser ministro de Asuntos Exteriores, al País Vasco para que se entrevistara con gente de ETA antes de la aprobación del Estatuto de Autonomía. La Corona estaba muy interesada por el estatuto porque quería integrar el País Vasco en España y no quería dejar fuera a los radicales abertzales«.
Así se pronuncia Pilar Urbano, la periodista que mejor conoce los secretos de la Zarzuela. Según Urbano, en aquella ocasión, Areilza se entrevistó con otro histórico de la organización terrorista, Jokin Gorostidi, y los contactos aparecieron después en un informe interno de la organización, como le sucedió a Puig de la Bellacasa. Los terroristas también hacían una serie de valoraciones sobre los encuentros y señalaban que Suárez y el Rey estaban dispuestos a ceder en algunos puntos.
Pilar Urbano, autora de varios libros sobre Don Juan Carlos y la Casa Real, sitúa la información que ayer publicó este diario dentro de esa línea de la Monarquía. «El Rey siempre ha sido muy beligerante en el tema vasco y el final de la violencia. Recuerdo cómo, en mayo de 1980, cuando Felipe González presentó una moción de censura contra Adolfo Suárez y utilizó en su contra los contactos con ETA, el Rey se molestó. Decía que de esos temas no se debía hablar en el Congreso».
Sin embargo, la periodista mantiene que sobre la salida de Puig de la Bellacasa primó más el rechazo del Rey a los consejos del diplomático para que se alejara de su círculo de amistades de Palma.
Sabino nunca habló de los encuentros
Jaime Peñafiel es uno de los periodistas que más conoce los entresijos de la Corona tanto en su época de Hola como ahora de articulista y comunicador en televisión. Peñafiel vivió muy de cerca los acontecimientos en la Zarzuela, entre los años 1989 y 1990, en los que se produjeron los contactos con ETA y la salida precipitada del secretario de la Casa del Rey. Conoció muy de cerca a José Joaquín Puig de la Bellacasa y a su jefe, Sabino Fernández Campo. El periodista está convencido de que, si se celebraron las conversaciones con ETA, la iniciativa no pudo partir de Puig de la Bellacasa.
«Nunca se habría atrevido a dar ese paso sin consultar a Sabino o al Rey. Era diplomático de carrera y estos son muy cortesanos. José Joaquín era un tipo del Opus, muy religioso y fiel. Apenas tuvo tiempo para tener protagonismo en la Casa del Rey. Allí quien partía el bacalao era Sabino». A Peñafiel también le cuesta creer que Puig de la Bellacasa se atreviera a contactar con ETA a espaldas del Monarca y de Sabino: «De este tema nunca me habló Sabino en la infinidad de entrevistas que mantuve con él”.
Tampoco le comentó nada a Manuel Soriano en el libro La sombra del Rey, la única biografía autorizada que se ha escrito sobre el jefe de la Casa del Rey. Soriano recoge en su libro la versión del jefe de la Casa del Rey sobre la salida precipitada de su secretario. Don Juan Carlos no consintió los consejos de su colaborador acerca de su vida privada. «A mí Sabino jamás me comentó nada sobre el asunto de Puig de la Bellacasa y sus contactos con ETA. Es algo novedoso, que explica aún más su marcha de la Zarzuela«.
José Apezarena, que califica la información de El Confidencial de «sorprendente» y «novedosa», reconoce que desconocía «esa pista», pero sostiene que las relaciones entre Puig dela Bellacasa y el Rey se deterioraron cuando el secretario aconsejó al Monarca que cambiara sus amistades en Palma. En su libro Todos los hombres del Rey también apunta a las malas relaciones entre Sabino y su secretario como la causa de su definitiva defenestración.
Puig de la Bellacasa llegó a comentar en privado a un amigo íntimo que Sabino se echó a atrás a la hora de jubilarse, tras conocer a la que sería su segunda esposa. Le dijo: «Sabino se ha enamorado como un cadete. Ha rejuvenecido y se ha teñido el pelo. Está claro que quiere quedarse».
El veterano periodista José Cavero, exdirector de Radio Nacional de España, de Interviú y uno de los cronistas políticos de la Transición, critica cualquier intento de la Zarzuela de negociar con ETA: «Ni directamente ni a través de sus colaboradores. Que aparezca en los papeles de la banda es algo asombroso y de escándalo». El periodista señala que ha seguido con atención la noticia de El Confidencial: «Es lamentable que un diplomático de la Casa del Rey entable contactos, pero aún es más escandaloso que lo hiciera con la ayuda del Rey«.
Raúl Heras, periodista de larga trayectoria y uno de los más valorados analistas políticos, también se apunta a la versión de las malas relaciones entre Sabino y José Joaquín Puig de la Bellacasa. Pero no descarta la influencia que pudo tener la información desvelada por este diario en la decisión final.
“Ahora bien, me cuesta creer que José Joaquín actuara por su cuenta. Era un diplomático y ese tipo de decisiones no las puede adoptar una sola persona», comenta Heras. El periodista está convencido de que detrás de toda esta historia no deben andar lejos los servicios secretos españoles y sus estrategias en la lucha antiterrorista: «No olvidemos que Puig de la Bellacasa era amigo íntimo de Alonso Manglano, el jefe de los espías», sentencia.
La figura de Manglano
Efectivamente, el diplomático era un asiduo visitante del despacho del exdirector del antiguo CESID, como se llamaban los servicios de información españoles antes de la creación del CNI. Un estrecho colaborador de Emilio Alonso Manglano, que abandonó el Centro a comienzo de los noventa, mantiene que, si aparecía en el documento de ETA el nombre del secretario de la Casa del Rey, Manglano no debería estar muy lejos: “A nosotros, a algunos miembros de la cúpula del CESID, nos llegó el runrún, pero hubo unas instrucciones severas de que nunca trascendieran los encuentros con ETA porque perjudicaría la imagen de la Corona. No sé de dónde partió la idea, pero me cuesta pensar de que fuera de los analistas del Centro».
El exministro del Interior José Luis Corcuera, que obtuvo de Luis Roldán la información sobre los contactos del secretario de la Casa del Rey con la banda terrorista, adelantó a El Confidencial: «Quien sabía mucho de todo eso era Manglano». El ex alto cargo de los servicios secretos señala que, después de 22 años, es bueno que «estas cosas se sepan porque no hacen daño a nadie».
Sobre el papel de Sabino Fernández Campo afirma que se llevaba «muy bien» con el presidente del Gobierno, Felipe González, y «mal» con el jefe de los servicios secretos. «Hay que tener en cuenta que Manglano tenía un orden de prioridades: visitaba antes la Zarzuela que la Moncloa. Ese era su orden de visitas. Creo que era consciente de que si algo salía mal afectaría a la imagen de la Corona».
El ex alto cargo del CESID señala que los contactos de Puig de la Bellacasa con ETA, al margen de sus excelentes relaciones con Manglano, no fueron una iniciativa de los servicios secretos. «Y me cuesta pensar que fuera sólo del secretario de la Casa del Rey, de manera aislada».
El militar subraya que, en su época, que coincide con las fechas de los contactos, los analistas del Centro nunca redactaron ningún informe aconsejando la iniciativa promovida por la Casa del Rey: «La idea no salió del CESID, aunque Manglano estuviera al tanto. Se actuó a posteriori para que no se filtrara la información y estallara el escándalo. No lo hicimos tan mal, pues no ha visto la luz hasta dos décadas después».