Mikel Buesa-La Razón

  • Lo que está claro es que los principales partidos han entrado de lleno en la subasta electoral, generando una ceremonia de la confusión

Aunque no sepamos cuándo se van a convocar los próximos comicios generales –y es evidente que tratar de barruntar una fecha constituye un ejercicio de adivinación arriesgado–, lo que está claro es que los principales partidos han entrado de lleno en la subasta electoral, generando una ceremonia de la confusión en la que es difícil separar el grano de la paja y no confundirse las señales de humo que acabarán diluyéndose en la atmósfera otoñal. La primera es, sin duda, la pretendida reforma constitucional propuesta por el PSOE para blindar, según dicen, el derecho al aborto. Humo porque, de llevarse a cabo, rebajaría la fuerza jurídica con la que está protegido actualmente tras la sentencia favorable del Tribunal Constitucional a la ley de plazos, aunque ayude a menear el cotarro. Claro que la respuesta del PP –más bien confusa porque, aunque ello no figure en sus estatutos, se parece cada vez más a un partido de opiniones confederales– no ha sido otra que sacar a relucir el problema de la natalidad –un asunto éste que tiene un carácter estructural y en el que el país se juega su futuro– y, en relación con él, una política de inmigración para la que, al parecer, cuenta con un programa enjundioso. Y en esto entra en juego Vox, que parece estar a verlas venir mientras propaga sus mantras, entre xenófobos y racistas, acerca de la población extranjera, sin olvidarse de cargar contra el Rey –desconociendo que el papel institucional del monarca no es precisamente el de aplaudir a Abascal–. En medio de esta algarabía entran también los otros: el sector crítico del PSOE tratando de abrirse paso como corriente interna, pero sin formular nada que vaya más allá de pretender una oportunidad para heredar al mandamás del partido; Sumar sacando a relucir un programa de vivienda improvisado, tal vez para contrarrestar la campaña publicitaria que al respecto ha emprendido su socio gubernamental; Podemos con su pseudo-radicalismo antisemita, hablando de una ruptura de relaciones con Israel a la que se le ha pasado el arroz, mientras sigue votando con el Gobierno; y los nacionalistas a sus independencias. En fin, todo muy entretenido a la espera de la hora veinticinco.