Suelos

LUIS HARANBURU ALTUNA, EL CORREO 04/02/14

· Elkarri antes y Lokarri ahora, comparten con el nacionalismo el suelo ideológico. El plan de Jonan Fernández lleva esas premisas al terreno de la paz.

Suelo es lo que todos pisamos y nos tiene de pie. Es el suelo base. Luego hay suelos éticos, políticos o ideológicos que no todos compartimos. Es el caso de los suelos éticos e ideológicos que no todas las formaciones políticas vascas comparten. En la presente legislatura todos los partidos políticos vascos pisan el mismo suelo físico del Parlamento de Gasteiz, pero salvo esta coincidencia mayor, pocos son los suelos compartidos.

El suelo ético fue cuestión de la pasada legislatura y todos salvo la izquierda abertzale, representada entonces por Aralar, compartían el mismo suelo. Era un suelo sostenido por principios básicos que se resumían en la reivindicación de los derechos humanos y los valores democráticos, el «reconocimiento de la injusticia de la violencia», del daño causado y de la dignidad de las víctimas. Se asumía, así mismo, el compromiso de no repetir una historia de violencia como la que ha sufrido Euskadi. También se fijaba un «principio de responsabilidad» para determinar y reconocer la responsabilidad de cada uno en las vulneraciones de derechos humanos del pasado. Finalmente, se exigía el fin definitivo de ETA y una memoria que no fuera neutral. Estos fueron los principios que al comienzo de esta legislatura fueron corroborados por el PNV. PP y PSE, pero Bildu se abstuvo. Es lamentable, pero es lo que hay. Una parte significativa de nuestro arco parlamentario no comparte el suelo ético, que en cualquier democracia al uso sería el mínimo común denominador para la convivencia democrática. Sin embargo, aquí, se ponen en cuarentena principios democráticos básicos en aras a la obtención de otros suelos y otros consensos.

Es obvio que el PNV y la izquierda abertzale comparten el suelo ideológico que los hermana en la reivindicación del soberanismo. Aunque con matices, ambas formaciones políticas se declaran independentistas, por lo que cabe afirmar que comparten un suelo ideológico. La ponencia parlamentaria para la convivencia y la paz, la integran actualmente solo las formaciones nacionalistas y el PNV no ve inconveniente en compartir la ponencia con quienes todavía no han asumido la responsabilidad política de su pasado violento, ni han planteado a ETA su disolución. La razón estriba en que el nacionalismo vasco en su conjunto comparte el suelo ideológico y el PNV no tiene mayor reparo en posponer la asunción por parte de la izquierda abertzale del suelo ético que comparte con el PP y el PSE. Lo de la disolución de ETA y la asunción de responsabilidades políticas es un futurible que solo se resolvería en el hipotético caso de culminar el «proceso». Es lo que en la ingeniería financiera se llama ‘stock options’, es decir, un futurible que rinde ya sus réditos. Si el proceso fracasara la culpa sería del inmovilismo de Madrid.

Este perverso razonamiento solo es explicable desde el suelo común ideológico que el PNV y la izquierda abertzale comparten. Este suelo se soporta sobre dos premisas que para el nacionalismo vasco son otros tantos dogmas ideológicos. El primero es el de la existencia ontológica de un conflicto político entre España y Euskal Herria. El segundo es una derivación del primero y afirma que el País Vasco es una nación oprimida por España. De las anteriores premisas se concluye que el proceso de pacificación del País Vasco solo culminará cuando el conflicto de índole prepolítica y cuasi ontológica, se encauce a conveniencia del nacionalismo. Es desde estas premisas como el Gobierno del lehendakari Urkullu entiende la paz y la convivencia y es por ello que se encuentra cómodo con la compañía de la izquierda abertzale en la ponencia parlamentaria sobre paz y convivencia.

Elkarri antes y Lokarri ahora, comparten con el nacionalismo el suelo ideológico, que es común a todos los nacionalistas vascos. El plan de paz auspiciado por Jonan Fernández no hace sino llevar al terreno de la paz y de la convivencia las premisas mayores de dicho suelo. Desde esas premisas lo imperativo y urgente no es el restablecimiento de un suelo ético común, sino que lo importante es no poner en tela de juicio las premisas ideológicas del nacionalismo, a cerca de los dogmas del conflicto y la secular opresión del pueblo vasco. Desde el prisma del nacionalismo jelkide no se trata en ningún caso de mala fe o falta de sensibilidad, sino del ángulo ciego cognitivo que les impide ver la magnitud del desastre acontecido y sus causas. La izquierda abertzale participa del mismo déficit cognitivo, pero en su caso la ceguera es imputable a la cínica pretensión de haber actuado en razón del interés de la nación vasca.

Es difícil, que dadas las circunstancias, un suelo ético común sea compartido por todos, ya que la falla cognitiva del nacionalismo lo impide y este no se plantea la revisión de sus apriorismos ideológicos. Mientras no se depuren los mitos ideológicos del nacionalismo, será difícil que el suelo político en el que todos debemos convivir se instaure. El nudo gordiano reside en la mítica cosmovisión nacionalista que antepone la existencia de un conflicto de carácter ontológico a la contingente y precaria realidad de la convivencia democrática. El suelo político lo constituyen las normas políticas que toda sociedad democrática instaura, el suelo ético deriva de la ética fundada en la razón y en la dignidad de la persona humana y el suelo ideológico se establece al albur de la ensoñación emocional.

Es normal y prudente que la parte no nacionalista de la sociedad vasca, mire con desasosiego el afianzamiento del suelo ideológico que es común a las familias nacionalistas. Si el ‘proceso’ al que el nacionalismo se refiere, con apresurada urgencia, no avanza, es solo debido a que se limita a rondar sobre si mismo, sin decidirse a romper el nudo gordiano que ETA simboliza como expresión del conflicto.

LUIS HARANBURU ALTUNA, EL CORREO 04/02/14