- Podrían juzgarse a sí mismos por haber hecho posibles tantas décadas de narcotráfico, trata de seres humanos y demás negocios criminales en cuyos fondos su banca no se ha metido: el dinero no huele
El Gobierno suizo suele poner todo tipo de obstáculos a la Justicia española; lo de ahora con Marta Rovira no es una excepción. En su arrogancia infinita, los maestros de la relojería, el queso, el chocolate, el dinero negro y el dinero ensangrentado quieren juzgar por sí a la prófuga. No esconden la sospecha o convicción de que su obligación principal, como país civilizado que se las ve con unos bárbaros, es asegurarse de que los españoles no estamos aplicando leyes políticas. Sería ya el caos si les contamos que, efectivamente, el sanchismo no deja de aprobar y proponer leyes políticas, particulares e inconstitucionales, como la de Amnistía. Sin embargo, esa es la inexistente ley que solicita el Ministerio de Justicia suizo para no atender al juez García Castellón. Recelan, en fin, de quien defiende el Estado de derecho y avalan a quien lo viola. Normal, es Suiza.
Podrían juzgarse a sí mismos por haber hecho posibles tantas décadas de narcotráfico, trata de seres humanos y demás negocios criminales en cuyos fondos su banca no se ha metido: el dinero no huele. Ahora mismo se niega a ofrecer la información requerida por la Justicia española sobre una cuenta corriente clave en la financiación del Tsunami. No es nuevo que Suiza proteja a nacionalistas de la peor ralea. En su día acogió la fortuna robadas por nueve mil nazis huidos a Iberoamérica para que pudieran llevar una buena vida. Y la llevaron. A Suiza le parecía que preservar el secreto bancario –así fuera Satanás el protegido– era un valor superior al de permitir que las familias de las víctimas del Holocausto recuperaran sus bienes. Un valor superior al castigo de los genocidas. Cada pueblo tiene sus principios.
Con todo, el hecho de que esos tipos altivos e inmorales se crean con autoridad para entrar en el fondo de un asunto que aquí está sub iudice, y que saquen a relucir sus viejos prejuicios sobre España (país que por otra parte no se hace respetar), es menos grave que otros desdenes a nuestra nación. Al fin y al cabo, Suiza no pertenece a nada, ni a las organizaciones internacionales ni a la ética. Pero algunos de nuestros socios en la Unión han incurrido en similares desprecios, en pareja desconfianza, en paralelo desaire y en iguales prejuicios. En el fondo del asunto sub iudice en España entraron los jueces alemanes para incumplir una euroorden que dictaba la detención y envío a España de Puigdemont. Este se paseó por Francia sin que la euroorden surtiera efectos. En Bélgica ha vivido su vesania con desahogo. Siempre el trato de favor, siempre el incumplimiento de una figura supuestamente automática y entre jueces.
(Te desprecian mientras lo permites, así que con Sánchez el desprecio va a crecer de lo lindo en cuanto se conozcan las vergonzosas razones de tanta renuncia ante Marruecos. Al menos así sabremos por qué infradotaron y enviaron a una muerte segura a los mártires de Barbate. Todo llegará).