La vicepresidenta Yolanda Díaz anunció el pasado viernes que Podemos formará parte de Sumar, la nueva coalición de izquierdas por ella liderada. Pareciera que se cerraba así el más que tenso debate vivido entre Podemos y Sumar con motivo de la disolución de las Cámaras legislativas y la convocatoria de nuevas elecciones generales para el próximo 23 de julio.
Aunque siempre quedará la salvedad de otra ministra, Ione Belarra, secretaria general de Podemos, que en la firma del acuerdo de coalición hizo constar la expresión “sin acuerdo” por la amenaza de quedarse fuera de la plataforma, según explicó. Lo cual resulta inaudito, pues solo en el terreno de lo asombroso o del realismo mágico puede entenderse que alguien concurra a una coalición electoral “sin acuerdo”.
El PSOE promovió la reforma de esa ley el pasado mes de febrero al constatar su peligro social; entonces, la propia Yolanda Díaz se opuso a la modificación, defendiendo la vigencia íntegra del polémico texto legal
Efectivamente, en estos días hemos vivido la sensación de que con su nueva coalición Yolanda Díaz trataba de matar políticamente a Podemos, en medio de un fuego graneado ensordecedor, y mediante su veto a Irene Montero, la otra ministra discordante en este juego de personalismos. Veto que no se entiende muy bien, pues si su origen es la nefasta ley del “Sólo sí es sí”, con ya más de mil depredadores sexuales con la pena rebajada, y más de cien excarcelados, lo cierto es que aquella ley promovida por Podemos fue impulsada por todo el Gobierno del Sr. Sánchez, y por tanto también por la propia Yolanda Díaz que es una de sus vicepresidentas además de ministra.
Es más, a la vista de lo insostenible de la situación, el PSOE promovió la reforma de esa ley el pasado mes de febrero al constatar su peligro social; entonces, la propia Yolanda Díaz se opuso a la modificación, defendiendo la vigencia íntegra de la ley del “Sólo sí es sí” aun sabiendo de sus catastróficas consecuencias. De donde se puede deducir que tampoco sería anómalo que Yolanda Díaz se vetara a sí misma.
Los insultos y descalificaciones de Podemos hacia Yolanda Díaz vienen de atrás: la llaman “izquierda cuqui”, que vendría a ser la izquierda de salón, o la izquierda caviar conocida por su incompetencia. También la han calificado como “hija sociológica del franquismo”, lo que viniendo de la extrema izquierda aparece como una notable descalificación. Y puede que no quede mucho hasta que la llamen “social fascista”, sabrosa y tenebrosa expresión del estalinismo de los primeros años 30 del pasado siglo XX, dirigida a la izquierda disconforme con la política del sangriento dictador soviético “padrecito de los pueblos”.
Nos dicen que la conforman hasta 15 organizaciones políticas, superando en tal sopa de siglas a las primeras elecciones generales del 15 de junio de 1977, donde ese potaje indigesto quedó barrido en las urnas
Sea como fuere, y habremos de ver hasta dónde prosigue Podemos en su pulso para la integración de Irene Montero en las listas electorales -con límite el próximo 19 de junio-, es claro que la relación de Podemos con Sumar está significada por su rechazo hacia Yolanda Díaz. Es recíproco. Responde a la definición canónica y tan conocida de la política, un lugar donde hay amigos, adversarios, enemigos, enemigos a muerte, y, por fin, compañeros de partido -de coalición en este caso-.
La otra parte del problema de Sumar es la conflictiva coalición intentada por Yolanda Díaz. Nos dicen que la conforman hasta 15 organizaciones políticas, superando en tal sopa de siglas a las primeras elecciones generales del 15 de junio de 1977, donde ese potaje indigesto quedó barrido en las urnas, sin alcanzar representación alguna. Quizá la diferencia con aquel tiempo reside en que ahora buena parte de los componentes de Sumar parecen haber salido de un programa cantonalista, en perpetua guerra consigo mismos, más propios de la primera república de hace 150 años que de la actualidad.
El problema está en que la Sra. Díaz es incapaz de proponer un proyecto político para España. Lo suyo es un intento de garantizar asientos parlamentarios a tan variada corte de la que se ha rodeado. “La izquierda del PSOE”, llaman a ese artefacto, en lo que no es sino la extrema izquierda como se la ha llamado toda la vida. Aquella de la que el PSOE nunca quiso saber nada, y con razón, hasta ahora, desde que comenzó la Transición, para preservar su proyecto democrático, autónomo y con vocación mayoritaria para la sociedad española.
Sumar, heredera desviada de Podemos, es la misma extrema izquierda plagada en gran medida de grupúsculos nacionalistas, que nada bueno pueden augurar al futuro de esa coalición.
Cómo daría consistencia y nuevo empuje a una sigla decadente y extraviada como Podemos, que respalda a los peores carlismos en el País Vasco y en Navarra (EH Bildu), y en Cataluña (ERC)
Sean cuales sean sus resultados electorales el próximo 23 de julio, cuesta entender cómo Yolanda Díaz daría cuerpo y unidad a lo que es un proyecto invertebrado por definición de sus propios componentes. Ni cómo daría consistencia y nuevo empuje a una sigla decadente y extraviada como Podemos, que respalda a los peores carlismos en el País Vasco y en Navarra (EH Bildu), y en Cataluña (ERC), donde todo separa y nada une.
El problema es que, al final, esa extrema izquierda que ahora pretende encarnar Sumar no es perdurable ni consistente, ni tiene vocación de serlo. Es una galería de odios inextinguibles, que la corroerán por dentro, y su disfunción es lo único que quedará de su mundo de discordia. Incapaces de aportar soluciones para España y, al tiempo, muy aptos para empeorarnos la vida a todos.
Aunque, con esta gente, conviene cruzar los dedos. Hay que esperar a conocer qué fórmula se le ocurrirá a quien no parece dirigir Podemos, pero lo lidera, Pablo Iglesias. Qué modo retorcido aplicará para liquidar a su discípula díscola, Yolanda Díaz, sobre la que puso su “dedazo” tras fracasar en las elecciones autonómicas de Madrid de hace dos años. Habrá que ver qué se le ocurre al líder traicionado, y ya demediado. Lo que empieza tan rematadamente mal, es muy difícil que concluya de otra forma distinta.
No, los españoles no echaremos de menos su ausencia de nuestro panorama político. Se irán diluyendo hasta finalmente desaparecer.