EL PAÍS 11/07/17
FÉLIX DE AZÚA
· Algunos socialistas catalanes (y todos los separatistas) no consideran que seamos iguales a ellos, sino magrebíes invasores de Cataluña. Y se dicen de izquierdas
Ha llamado mucho la atención que el alcalde socialista de Blanes dijera con toda claridad lo que otros socialistas catalanes dicen con la boca pequeña. La superioridad de Cataluña sobre el resto de España es, para ellos, una evidencia. Como la de Dinamarca sobre el Magreb. Lástima que los territorios sean todos igualmente afásicos y duros de mollera, pura tierra. A lo que se refieren, en realidad, es a la superioridad de los socialistas de Blanes sobre los de Granada, digamos. Una superioridad apodíctica o decretada por Dios. Que eso lo afirmara un granadino lo hace aún más gracioso. Relean ustedes lo que Marx y Engels decían sobre los criados de los reyes: son lo peor de la casa.
Recuerdo perfectamente al grupo de técnicos del Ayuntamiento de Maragall que asesoró a la Junta andaluza durante la Exposición de Sevilla. Volvían de allí con una sonrisa de suficiencia y se compadecían “de aquella pobre gente” a la que tenían que ayudar “a atarse los zapatos”. Lo decían con cariño, con fraternidad socialista, como si le dieran unas palmaditas en la espalda al limpiabotas. Algunos de ellos eran hijos de emigrantes, como ese pobre tipo de Blanes o como el inolvidable Montilla.
Sin embargo, no es eso lo más vil. Los judíos tenían una formación cultural imbatible. Ser o no ser racista no depende de la capacidad técnica o intelectual de la víctima, sino de la convicción de que todos los ciudadanos somos iguales, o no, ante la ley. Para sentirse superior, el racista elige una víctima a la que cree débil y la pone fuera de la ley. La convierte en extranjera. Como sabemos, algunos socialistas catalanes (y todos los separatistas) no consideran que seamos iguales a ellos, sino magrebíes invasores de Cataluña. Y se dicen de izquierdas…