ABC-IGNACIO CAMACHO
El presidente podrá salir con más o menos aprietos del escándalo político, pero del cachondeo popular ya no escapa vivo
«He de vivir, vivir como si nada / hubiese de quedar de lo que escribo» (Blas de Otero)
LA demanda del libro de Pedro Sánchez y Carlos Ocaña se ha disparado en Amazon. A este paso va a acabar siendo verdad lo de la segunda edición en la que el presidente que quería ocultar la primera promete subsanar los «fallos», aunque si en ella introduce las preceptivas comillas en los pasajes copiados, el texto limpio de intertextualidad resultará muy parvo. Tampoco parece que vaya a desplazar a «Los pilares de la tierra», por poner un ejemplo afamado, pero de una docenilla de ejemplares vendidos ha pasado a encabezar el ranking de volúmenes universitarios. Hasta 110 euros piden por el incunable en el mercado de segunda mano. Eso sí, cuesta encontrarlo porque la web de televenta ha suprimido la firma de Sánchez en su buscador onomástico; sólo figura el nombre del co-signatario. Ni siquiera la perspectiva de convertirse en un best seller inopinado ha logrado animar al autor (?) de moda a ofrecerse como gancho. Quizá se trate de un rasgo de modestia intelectual o política para no robarle plano a un amanuense que, dadas las características del caso, podría cuadrar perfectamente en la definición de colaborador necesario.
Escribir en Madrid es llorar, dejó sentenciado Larra, pero el jefe del Gobierno ha parafraseado el segundo infinitivo. Escribir, concretamente una tesis doctoral, en Madrid puede ser también copiar, transcribir, volcar, reproducir, calcar, incluso citar a mansalva sin el rigor procedimental mínimo. Y publicar, que para la mayoría de los escritores continúa siendo un ejercicio semiclandestino, se transforma en una aventura imprevisible si el libro lleva la rúbrica, siquiera compartida, de un primer ministro. Ahora la obrita velada, que no pasará a los anales académicos por su rigor analítico, queda expuesta a público escrutinio. Los medios la someten a complejas herramientas de análisis textual, en busca de fragmentos repetidos, y los lectores dejan en la web de la propia Amazon comentarios impíos, reseñas mordaces, cáusticas glosas envenenadas de sarcasmo fino. El presidente podrá salir con más o menos aprietos del escándalo político, pero del cachondeo popular ya no escapa vivo. Somos un país de guasones con ingenio bastante retorcido. En la hipotética reimpresión deberían incorporarse los memes divulgados estos días para darle mayor atractivo. Amén de que serían más originales que el propio escrito, podrían servir para que el improvisado ensayista demostrase cierta capacidad de reírse de sí mismo.
El tribunal aparejado ad hoc aprobó la tesis, pero los de la opinión pública y especializada la han suspendido con escarnio. El abuso de material ajeno ha resultado tan transparente y palmario que ni siquiera es necesario discutir sobre la exactitud terminológica de la palabra plagio.