Supervivientes

ABC 12/07/17
IGNACIO CAMACHO

La memoria de Miguel Ángel tendría que servir para recordar que en realidad todos somos supervivientes del terrorismo

« CUANDO ocurrió lo de Miguel Ángel ya nos habíamos marchado del País Vasco. A mis padres nunca los amenazaron directamente pero existía una presión ambiental, ésa que Aramburu describe en “Patria”, que se volvía intimidatoria si eras empresario. Él comentó alguna vez que se sentía vigilado; a veces salían con algún matrimonio amigo que llevaba escolta para cenar con cierto relajo. Así no se podía vivir y nos vinimos a Andalucía porque era lo más lejos posible y porque solíamos pasar en Guadalmina los veranos. Para ellos se trataba de un exilio, y objetivamente lo era, pero si te soy sincero yo en España jamás me he sentido un desterrado».

«Aquellos días de julio, como estábamos acostumbrados al silencio, la reacción de la gente nos produjo un grato asombro. Porque la sensación de acoso que teníamos nosotros se hizo general o, al menos, despertó por fin la solidaridad de todos. Mirándolo desde hoy no es para ser demasiado optimistas porque el famoso Espíritu de Ermua, como sacudida rebelde, duró bien poco. Pero sí sirvió para un salto, que hay que agradecerle a Aznar, en la consideración de las víctimas. Aznar comprendió que a través de ellas, consagrándolas como vestales democráticas que habían pagado el sacrificio de la vida, se podía luchar contra el terrorismo con una fuerza que no existía hasta entonces, que era la de la cohesión social en torno a una política. Sin Ermua no hubiese sido posible la Ley de Partidos, el achique de campo al mundo proetarra cómplice de los asesinos. Yo sí creo que eso fue el principio del fin, aunque luego alguien, tú sabes quién, decidiese acortar el camino y cambiar la victoria, que era una apuesta más lenta y dolorosa, por una especie de armisticio. Pero no te engañes: ese acuerdo, que tal cosa fue, tuvo el respaldo de una gran parte de la sociedad, dentro y fuera del País Vasco; si preguntas a la gente que vive allí, la mayoría está conforme porque el fin de la violencia produjo un inconmensurable alivio. Todos somos al final muy acomodaticios».

«A mi juicio, el problema actual no es tanto que hayamos preterido a las víctimas como que hemos olvidado por comodidad lo que aprendimos entonces, cuando mataron a Blanco: que en realidad todos somos supervivientes del terrorismo. Ese crimen nos hizo saber que las víctimas morían en nombre de todos, elegidas por la facilidad para matarlas, por una especie de siniestro azar o hasta de capricho. Claro que todas son iguales, como dice Carmena, pero unas tienen más impacto que otras y Miguel Ángel se convirtió en un símbolo. Quizá de algo que ya hayamos perdido: la conciencia de que la libertad hay que ganarla porque no es algo que nos venga concedido. No estoy seguro de que ahora funcionase ese resorte colectivo. ¿Tú cómo crees que reaccionaría esta España si ETA volviese a matar? Ésa es la maldita pregunta que no me atrevo ni a hacerme a mí mismo…».