- Dicho absurdo jurídico no es simplemente algo que repugne al Derecho por su naturaleza, sino una anomalía que contribuye a deslegitimar el sistema permitiendo que se celebre un juicio contra un señor que tendrá como subordinado a cualquier fiscal que en tal juicio actúe
Decretando la apertura de juicio oral contra García, el TS cumple con su obligación, dados los indicios de revelación de secretos. Sin embargo, queda para la historia de la demolición de la democracia española el hecho objetivo de que el alto tribunal, pudiendo hacerlo, no ha suspendido cautelarmente al justiciable en sus funciones, como pedía la Asociación Profesional e Independiente de Fiscales. Si podía hacerlo, podía no hacerlo, dirá el lector. Tiene razón. Como podía no hacerlo, no lo ha hecho. La consecuencia de ello es que el TS no ha evitado el absurdo jurídico que podía evitar. Con el agravante de que dicho absurdo jurídico no es simplemente algo que repugne al Derecho por su naturaleza, sino una anomalía que contribuye a deslegitimar el sistema permitiendo que se celebre un juicio contra un señor que tendrá como subordinado a cualquier fiscal que en tal juicio actúe.
Es en momentos así cuando el jurista tiene que sacudirse un poco y recordar el contexto en que se encuentra: el de un feroz ataque contra la independencia judicial por parte del Poder Ejecutivo. Acompañado de otros ataque, con tintes delictivos, contra jueces con nombre y apellidos por parte de los asilvestrados socios parlamentarios del partido del presidente del Gobierno. Hostigar ha sido la norma en la investigación del presunto revelador de secretos, como lo es en los diferentes procedimientos contra familiares de Sánchez, como lo fue en la instrucción y juicio del ‘procés’. Como lo ha sido cada vez que una resolución judicial ha desagradado a una parte del Gobierno sanchista, o a todo él.
Dicen que no da resultado insultar, acosar y presionar a jueces. Yo creo que sí lo da y, en todo caso, nadie puede negar que puede darlo. El Poder Judicial no ejercita su independencia en bloque, como un solo hombre, conformando un contrapeso eficaz contra las presiones que este y aquel juez puedan recibir. Por otra parte, siempre hay jueces sufriendo presiones, acoso personal de los medios mercenarios del poder, amenazas en las redes e insultos en el Congreso bajo la cobertura de la inviolabilidad parlamentaria. Siempre, digo, pues la izquierda gobernante es muy aficionada al delito, muy amiga de lo ajeno y muy poco respetuosa de los límites. Cuando ostentan un cargo de poder, inmediatamente empiezan a abusar de él. Las fechas de las primeras mangancias del sanchismo lo confirman. Llegaban con hambre atrasada.
La independencia, decía, no la practica en bloque el Poder Judicial. Los acosadores se ríen de los comunicados que el CGPJ emite cuando las afrentas e injurias claman al cielo. La independencia es de cada uno de los cinco mil jueces, del juez aislado que no se deja pisar. Pero si el caso es mediático, y no digamos si salpica al régimen, al hombre que es juez le tiene que desbordar, en la soledad, la ingente tarea de preservar la democracia. Que no otra cosa hace.
Al menos en honor a ellos, al TS no debería encogérsele nunca el brazo.