DAVID GISTAU, ABC – 20/10/14
· Podemos es una herramienta de venganza social a la que nadie preguntará de dónde viene ni adónde va.
La pereza con la que a veces asociamos acontecimientos para dotarlos de un contexto de comprensión ha animado este fin de semana a diversos comentaristas a relacionar el aroma fundacional de los «jóvenes turcos» de Podemos en Vistalegre con el de Felipe González en Suresnes, congreso del cual se cumplen ahora cuarenta años. Sin embargo, hay una primera diferencia que vuelve imposible la comparación: el congreso de Suresnes se celebró en el extranjero y en la clandestinidad, mientras que Podemos pudo reunirse en una plaza de toros de la capital mientras todos los medios de comunicación mimaban a sus líderes y divulgaban sus discursos en lugar de ocultarlos. Me sorprende que nadie haya reparado en esta diferencia fundamental.
Suresnes anunciaba la liquidación de una dictadura, mientras que en Vistalegre ha sido proclamada la voluntad de tomar «por asalto» una democracia. Fatigada, sí, erosionada, corrompida, prisionera de unas elites despreciables. Pero una democracia de la Unión Europea que como tal no puede conceder a sus antagonistas declarados el mismo prestigio y la misma presunción de pureza que los de una dictadura terminal cuyo final era suplicado por todo el continente y que aún tuvo un absurdo y folclórico coletazo reaccionario el 23-F.
Esta diferencia explica la siguiente. Mientras Felipe González, atento a una lógica evolutiva en Europa que pasaba por dejar atrás los movimientos redentoristas del siglo XX, despojó a aquel PSOE de lastres anacrónicos tales como el marxismo, la jerga de Podemos traza una trayectoria regresiva hasta recuperar, casi intactas, las arengas revolucionarias de los años treinta. Que acierten a colocarlas como mercancía nueva, carente de pasado, y por lo tanto de culpa histórica, es un hecho asombroso –o tal vez no tanto– que, aparte de a la ignorancia, sólo puede atribuirse a un hecho: que Podemos es una herramienta de venganza social a la que nadie preguntará de dónde viene ni adónde va mientras sirva para ejecutar esa revancha que le ha sido encomendada hasta el punto de que no hay, desde su aparición, conflictividad en la calle. Que además Pablo Iglesias sea un fenómeno del famoseo al cual las «grupis» pellizcan el culo justo antes de que él se ofrezca con los abrazos abiertos como si se dispusiera a sanar leprosos como un telepredicador no hace sino consagrar una noción vertical del liderazgo que impide la dispersión que acabó con el 15-M.
Una cosa sí ha logrado Podemos, como experiencia que una gran parte de este país quiere vivir. Ha refutado una teoría del final de la historia, comparable a la que Bin Laden desarmó a Fukuyama, por la que creíamos que la Unión Europea, escarmentada, jamás volvería a hacer experimentos ni a fabricar hombres nuevos que pusieran en riesgo los tediosos cimientos de una democracia de las de reloj de cuco.
DAVID GISTAU, ABC – 20/10/14