Alberto Surio.El Correo
El margen para el acuerdo es estrechísimo pero si al final sale adelante la investidura de Pedro Sánchez en segunda votación lo será porque el pacto entre el PSOE y Unidas Podemos para un gobierno de coalición ha llegado ‘in extremis’ a buen puerto tras una negociación frenética y de infarto, con el PNV y ERC echando toneladas de carbón en la hoguera para la fumata blanca. Toda la angustia concentrada en pocas horas, el miedo al alto riesgo de una repetición de las elecciones -con serio peligro para todos los partidos de izquierda-, el temor a ‘España suma’ de la derecha y la inquietud en el socialismo español por estar perdiendo la batalla del relato podrían ser la conjunción de factores que eviten una ruptura final. Susto o muerte. Aún no hay nada y todo es posible. También el fracaso.
La primera votación de ayer exhibió la precariedad política del aspirante socialista, que se presentó a la investidura con un programa de corte socialdemócrata y progresista pero sin ofrecer un modelo estratégico que garantice la estabilidad y la gobernabilidad de la legislatura. Es decir, sin una oferta que empatice con sus aliados. Las críticas del PNV y ERC fueron sendos avisos para navegantes frente a la autosuficiencia. Gabriel Rufián y Aitor Esteban ejercieron ayer un importante papel para intentar allanar el camino a una coalición. Cada uno con su estilo. El primero, convertido ya en otro dirigente menos histriónico, fue muy claro al anunciar un «enorme ejercicio de responsabilidad» que pasará mañana por la abstención si hay un acuerdo PSOE-Podemos. El jeltzale, al apelar al posibilismo a las partes para que abandonen el maximalismo. Esteban pidió a Sánchez ‘moverse’ pero también resaltó la necesidad de huir de tacticismos de corto plazo y elegir compañeros de viaje. Mensaje a Iglesias. O rolex o setas y la cesta llena de perretxikos. Algún día habrá que calibrar el papel de los periféricos en la nueva mayoría que se intenta trabajar.
Bajo un calor bochornoso y sofocante en Madrid, la verdadera batalla ya no se libra en el Congreso sino en un pulso de poder entre el PSOE y Unidas Podemos. Una negociación estancada que los socialistas han pedido reanudar después del jarro de agua fría de las declaraciones desde el lunes de Iglesias, ayer respondidas por la vicepresidenta. Pero si las dos partes no ceden en las próximas horas, la investidura será fallida y todo saltará por los aires. Cabe una última alternativa: que Sánchez e Iglesias hablen en agosto y cierren un acuerdo para el 2 de septiembre. Si sigue el bloqueo, iríamos directamente a la convocatoria de elecciones en noviembre.
Los morados consideran «una humillación» los ministerios que ha ofertado Sánchez, que al parecer sí incluiría una vicepresidencia social para Irene Montero pero, y aquí viene su enfado, con escaso contenido presupuestario. El PSOE, a través de Carmen Calvo, lo niega e intenta no perder la batalla del relato. Llegan los minutos cruciales, los que decidirán quién asumirá de verdad el coste político y de imagen de un naufragio. Seguimos negociando, decían en Moncloa, mientras en Ferraz no ocultaban el pesimismo, con cierto fatalismo por el desenlace que puede ser una táctica negociadora. Horas de nervios finales y mucho vértigo. Nadie se fía de nadie. La necesidad del relato empuja a que se busque el acuerdo hasta el final. El viento del mal menor vuelve a soplar.