- No van a desnivelar la balanza a favor del sátrapa ruso pero, mientras tanto, con su equidistancia inmoral nos tocan las narices
El triunfo de Ucrania en Eurovisión enfadó a mucha gente: «¡Tongo, tongo!», bramaban algunos; y no tanto porque su resultado perjudicara las aspiraciones de España como por aquello de premiar supuestamente a quien musicalmente no se lo merece. «¡Qué injusticia!». La gente opina de lo que considera y se indigna por diferentes cuestiones, pero me rebelo ante las contradicciones que me parecen injustas: algunos de los indignados por el éxito ucraniano no solo no dijeron ni mu cuando Rusia inició la invasión ilegal e ilegítima de Ucrania sino que, en algún caso, la apoyaron: «Putin mal pero Zelensky peor», llegué a escuchar (una versión actualizada del infame «algo habrán hecho»).
Ya sé que hay gente para todo pero conviene denunciarlo, no vaya a ser que se salgan de rositas y piensen que los demás no nos enteramos de su equidistancia perezosa cuando no de su colaboracionismo activo, aunque sea a pequeña escala. No van a desnivelar la balanza a favor del sátrapa ruso pero, mientras tanto, con su equidistancia inmoral nos tocan las narices. Sí, es verdad, es más que probable que Ucrania ganara Eurovisión porque hubo muchos que votaron su candidatura musical como muestra de solidaridad ante tanto dolor y tanta tragedia humana, quizás de manera inconsciente o quizás a conciencia, como forma de aportar un granito de arena a la alegría de los ucranianos. Y es posible que no habría ganado de otro modo, es decir, si no hubiera sido invadida y no estuviera siendo bombardeada ahora mismo; pero la situación es la que es y es lo que tiene el voto popular: es soberano y se vota por las razones que sean, y la razón sentimental es de las más importantes. Ya lo dijo Unamuno: quien más compadece, más ama.
Obviamente, uno puede denunciar si quiere que Ucrania ganó injustamente y que participaron artistas que interpretaron temas musicales de mayor nivel, y tal cosa podría ser perfectamente respetable. El derecho al pataleo de toda la vida y a llevar la contraria a la mayoría. A mí mismo me pareció que hubo canciones mejores, lo que ocurre es que mi opinión es tan personal como la de cualquier otro. Por ejemplo, la canción de U.K. me pareció de lo peor del festival y me encantó Alemania, y el primero casi gana mientras que el segundo ocupó el farolillo rojo. Para gustos, los colores y las canciones. Pero sí, cualquiera podría haber protestado ante los resultados y elevado la protesta a quien corresponda. Pero no es esto de lo que hablo.
Veían más que razonable que Putin se defendiera… aunque fuera de un enemigo imaginario y sin otra pretensión que ampliar manu militari sus fronteras
La cuestión es que hay gente que se indigna más por que Ucrania gane Eurovisión sin merecerlo que por que la invadan o bombardeen impunemente. Y me parece lamentable. Pero no porque no dijeran nada ante la crueldad de Putin retransmitida en vivo y en directo (a todos se nos pueden escapar pequeños detalles del noticiario) sino porque, cuando salía el tema y había que opinar (o incluso aunque no hubiera por qué hacerlo), veían más que razonable que Putin se defendiera… aunque fuera de un enemigo imaginario y sin otra pretensión que ampliar manu militari sus fronteras, provocando miles de muertos. Como vivo en un lugar donde las actitudes inmorales han sido el pan nuestro de cada día, no soporto ninguna, y mientras a la mayoría ni siquiera le llaman la atención, a mí me soliviantan.
Quien sí triunfó fue Chanel, gracias a sus dotes artísticas y, sobre todo, a su libertad y a su desparpajo, cualidades indispensables para la música… y para la vida. Así que enhorabuena, Chanel. Enhorabuena por haber superado una campaña tan atroz de odio, insultos e intentos de desprestigio desplegada por la nueva inquisición de talibanes y puritanos que juzga y condena para salvarnos, a imagen y semejanza de la originaria; la nueva caverna que pretende decir a los demás cómo deben vestir, bailar, hablar o pensar. Y gracias por ser libre, obviando a quienes pretenden marcarnos el camino obligatorio de lo políticamente correcto y lo supuestamente progresista.