EL CORREO 30/10/13
TONIA ETXARRI
Que la sentencia del tribunal de Estrasburgo, que tumbó la aplicación de la ‘doctrina Parot’ iba a suponer un balón de oxígeno para la izquierda abertzale, era una interpretación que tan sólo necesitaba tiempo para confirmarse. Las prisas de la Audiencia Nacional por aplicar la misma vara de medir que a Inés del Río (26 años de cárcel por 24 asesinatos) a unos sesenta delincuentes, han provocado un entusiasmo desmesurado en la izquierda abertzale.
El portavoz de Sortu, Pernando Barrena, aprovechando que la Audiencia Nacional ni siquiera ha esperado a conocer el criterio del Tribunal Supremo, reclamaba ayer la excarcelación de los «afectados por temas de cómputos de penas». Se refería a presos de ETA con unos currículos terroríficos. Que no se han arrepentido ni tienen intención de hacerlo. Pero, de la misma forma que hace unos días el diputado general de Gipuzkoa había hablado de los representantes del colectivo ilegalizado Herrira, como los «afectados» por las últimas detenciones, la palabra talismán en la izquierda abertzale es ahora la de la «afección» para despojar a los interesados de cualquier relación delictiva.
En Euskadi ya sabemos que, en el pulso por el relato de la historia de ETA, el lenguaje de la izquierda abertzale va cuajando en círculos políticos, parlamentarios y también periodísticos. Aquí los «presos de ETA» son presos «políticos». Y en este plan. Si el Parlamento vasco pidió la semana pasada la inmediata excarcelación de Otegi , con los votos del PNV y EH Bildu y anteayer la izquierda genérica de varias comunidades autónomas se pronunció en el mismo sentido, se entiende que los herederos de Batasuna se sientan tan crecidos.
En estos días, en los que los representantes más conocidos de la izquierda abertzale declaran ante los jueces enfrentándose a peticiones de cárcel por la presunta financiación de la banda a través de las herriko tabernas, podemos observar el despliegue de su habilidad para intentar separar las responsabilidades entre la banda terrorista y la izquierda abertzale.
El portavoz de Sortu, Pernando Barrena, aprovechando que la Audiencia Nacional ni siquiera ha esperado a conocer el criterio del Tribunal Supremo, reclamaba ayer la excarcelación de los «afectados por temas de cómputos de penas». Se refería a presos de ETA con unos currículos terroríficos. Que no se han arrepentido ni tienen intención de hacerlo. Pero, de la misma forma que hace unos días el diputado general de Gipuzkoa había hablado de los representantes del colectivo ilegalizado Herrira, como los «afectados» por las últimas detenciones, la palabra talismán en la izquierda abertzale es ahora la de la «afección» para despojar a los interesados de cualquier relación delictiva.
En Euskadi ya sabemos que, en el pulso por el relato de la historia de ETA, el lenguaje de la izquierda abertzale va cuajando en círculos políticos, parlamentarios y también periodísticos. Aquí los «presos de ETA» son presos «políticos». Y en este plan. Si el Parlamento vasco pidió la semana pasada la inmediata excarcelación de Otegi , con los votos del PNV y EH Bildu y anteayer la izquierda genérica de varias comunidades autónomas se pronunció en el mismo sentido, se entiende que los herederos de Batasuna se sientan tan crecidos.
En estos días, en los que los representantes más conocidos de la izquierda abertzale declaran ante los jueces enfrentándose a peticiones de cárcel por la presunta financiación de la banda a través de las herriko tabernas, podemos observar el despliegue de su habilidad para intentar separar las responsabilidades entre la banda terrorista y la izquierda abertzale.
En el Parlamento vasco los dos grupos nacionalistas, el PNV y ellos mismos, han configurado la mayoría necesaria para pedir que se suspendan las causas penales contra esta izquierda abertzale que tanto tiene que «trabajar por la paz». Los archivos nos recuerdan que también los socialistas, aunque esta vez votaron en contra, de la petición, sostienen que es Otegi debe ser liberado.
Por muy bienintencionados que sean quienes sostienen que ETA está derrotada, incurren en un error si sólo tienen en cuenta su derrota policial. Falta mucho para hablar de la derrota de ETA, no sólo porque quienes justifican su historia no quieran ni oír hablar de vencedores y vencidos, o porque tantos partidos no se atrevan a utilizar esos términos, sino porque ETA no se ha disuelto y quiere imponer su relato. Con sus socios en las instituciones justificando su pasado y negándose a deslegitimar la violencia está la carga de la prueba. Kantauri y Maite Pedrosa, durante el juicio por el atentado contra el matrimonio Jiménez Becerril, no dieron muestras de sentirse, precisamente, derrotados.
Por muy bienintencionados que sean quienes sostienen que ETA está derrotada, incurren en un error si sólo tienen en cuenta su derrota policial. Falta mucho para hablar de la derrota de ETA, no sólo porque quienes justifican su historia no quieran ni oír hablar de vencedores y vencidos, o porque tantos partidos no se atrevan a utilizar esos términos, sino porque ETA no se ha disuelto y quiere imponer su relato. Con sus socios en las instituciones justificando su pasado y negándose a deslegitimar la violencia está la carga de la prueba. Kantauri y Maite Pedrosa, durante el juicio por el atentado contra el matrimonio Jiménez Becerril, no dieron muestras de sentirse, precisamente, derrotados.