ABC – 08/05/16 – JON JUARISTI
· La izquierda cierra la legislatura dando el cante; el centro y la derecha, de palmeros.
EL pasado 2 de mayo, durante la celebración oficial de la fiesta mayor de la Comunidad de Madrid en el patio de la Casa de Correos, Estrella Morente interrumpió su interpretación de un tango para echar un rapapolvo a los políticos allí presentes por haberse negado a dialogar con sus adversarios, evitando la formación de un nuevo gobierno de la nación.
Quiso la casualidad (o no) que de los cuatro líderes de los partidos mayoritarios sólo se encontraran en el lugar de los hechos Mariano Rajoy y Albert Rivera, que se llevaron la bronca en su nombre y, es un suponer, en el de los ausentes Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La cantaora no cargó contra otras dos figuras políticas descollantes que asistían al acto, a saber, la alcaldesa de Madrid, con la que estuvo dulce y cariñosa, dedicándole temita tras temita, y la presidenta autonómica, o sea, la parte contratante de la primera parte que aún no le había firmado el talón.
A mí me huele que el propósito de Morente, estupenda cantaora que jamás ha ocultado sus simpatías por la izquierda trepidante, era «aprovechar la oportunidad» (la expresión fue suya) para montar el pollo a la derecha en las personas de Rajoy y Rivera. Soltó un par de tonterías delicuescentes acerca de la armoniosa convivencia histórica de razas y religiones en su «querida tierra andaluza» y se fue tan ancha después de que el presidente en funciones le besara la mano. A eso se llama en mi querida tierra española columpiarse sin riesgo.
Un precedente casi inmediato de este desaire artístico fue el número del actor Manuel Tallafé, el pasado 21 de abril, jueves, en el Congreso de los Diputados, con el pretexto de la cosa de Cervantes. En principio, parecía que Tallafé repartía leña para todos, pero se trataba de efectos especiales tan engañosos como los de la cantaora. Empezó sacudiendo implícitamente al Gobierno en funciones por olvidarse del centenario cervantino, en vergonzoso contraste con el exquisito cuidado que había puesto el británico en la celebración del de Shakespeare, pues, como recordó con elocución clásica, Cameron se estaba «volcando en el tema». A renglón seguido, su comparsa se explayó en cervantinas visiones de España («una gran fosa común») y de su clase política, o sea, de los dos partidos mayoritarios, si bien el actor principal distinguió al presidente del Congreso con el título de «Pachi, mi fiel escudero». Con todo, hay que reconocer que su actuación fue discreta comparada con la de Morente.
¿Cuál ha sido el origen de, por decirlo con gráfica frase de Tallafé, «este ambiente que se está generando»? A mi juicio, empezó «a generarse» hace tres años, cuando, en la tarde del 4 de febrero de 2013, la hoy alcaldesa de Barcelona, compareciendo ante una comisión del Congreso como portavoz de la autodenominada Plataforma de Afectados por las Hipotecas, demostró que se podía insultar o amenazar a los representantes de la soberanía nacional, obteniendo como respuesta en el peor de los casos unas escuetas fórmulas de cortés agradecimiento.
Como dejó sentado el presidente de la susodicha comisión, el popular Santiago Lanzuela, no procedía llamar al orden ni interrumpir a un compareciente invitado, ni aunque llamara criminal a otro invitado compareciente, lo que hizo Colau con alegre recochineo. Se sentó así una doctrina tácita que permite desde entonces a todo artista invitado o contratado aprovechar su paso por sede parlamentaria, si tal fuera su deseo, para mojar la oreja al lucero del alba. El pasado día 2 de mayo se inauguró en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid otro espacio de tolerancia infinita. Qué guay, como diría Cervantes en versión Tallafé.
ABC – 08/05/16 – JON JUARISTI