La marquesa de la Mesa, madre de los exhijos de Pablo Iglesias Turrión, ha vuelto a dar la vara en la Universidad de Otoño de Podemos sobre su cuarta ola del feminismo que va a rematar en la ley del ‘solo sí es sí’. Su aparición en unos mítines de su partido que llaman ‘universidad’ es muy razonable habida cuenta de que está preparándose una salida del Ministerio, por si acaso, y que ha promovido un convenio con la Complutense para dotarse de una cátedra en el centro. La Universidad ahora es así: el presidente el Gobierno es un doctor sin tesis y su mujer es una catedrática que no llegó a licenciada.
Recordemos que Rita Maestre llamaba a esa Universidad ‘el soviet de la Complu’ cuando ejercía de reportera de ‘La Tuerka’ y preguntaba a las alumnas por su valoración de ‘las miradas lujuriosas de Pablo’, mientras Irene ideaba un protocolo para perseguir ‘las miradas impúdicas’ de hombres a mujeres. Esta misma asombró a toda la televidencia cuando un memo llamado Quique Peinado le dijo hace un mes en un invento llamado ‘Buenismo bien’: “se puede estar de acuerdo o no con Irene Montero, pero lo que tiene que quedar claro es que tiene un coño como esta mesa de grande”. Esto se habría quedado en una estupidez del periodista, incapaz de distinguir la funcionalidad de los órganos sexuales como alegoría del valor: el equivalente femenino de “tener unos cojones como el caballo de Espartero”, sería “tener unos ovarios como huevos de avestruz”, pongamos por caso.
Lo del tamaño del coño era especialmente inconveniente, teniendo en cuenta que el feminismo oficial quiere meter el piropo en el Código Penal, a ver si no va a poder andar tranquila por la calle Cristina Almeida. Pero la ministra del ramo cogió, agarró, y fue y dijo: “Es un piropo muy bonito”.
Esta mujer me resulta cada día más fascinante por la razón que daba el gran Claude Chabrol: “la tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia, porque la inteligencia tiene sus límites y la tontería no”. Ella tiene la virtud de que a su ignorancia general básica, oceánica, añade una perversidad reconcentrada, como demostró la semana pasada cuando la preguntaban por la violación de que fue víctima una mujer en Reus por tres magrebíes y ella respondió: “Condeno el fascismo. El fascismo que se ejerce desde los medios de comunicación que intentáis aprovechar ese hueco para dañar a la democracia”.
No ha hecho grandes proclamas contra otros violadores ‘multiculturales’, ni contra la violación y la prostitución de las menores de Mallorca en un centro tutelado por el partido de la ninistra y los socialistas baleares. Es más, ambos se han negado a investigarlo y lo va a tener que hacer la Unión Europea.
En la Universidad de Podemos, gran oxímoron, ha comentado el asesinato en La Coruña del joven Samuel Luiz, con versión alternativa al atestado policial, según el cual los agresores atacaron a la víctima al creer que les estaba grabando con el móvil: “Deja de grabar. A ver si te voy a matar, maricón”.
Bueno, pues la futura catedrática lo explicó así: “Que te maten al grito de ‘maricón’ es una forma de masculinidad hegemónica, (…) Lo ven como una amenaza a su forma de vida”. No había homofobia en ello. Si le llegan a llamar ‘cabrón’ tampoco querría decir que los agresores eran partidarios acérrimos de la fidelidad en el seno de las parejas. Ella no ha dicho una palabra sobre la descalificación de la actual fiscal general contra el vigente ministro del Interior in illo tempore: “Ese es maricón”. Pero ya digo, en este ganado hay mucho imbécil. Tras el asesinato de Samuel Luiz vi una foto en la que un manifestante llevaba una pancarta con la leyenda: “No quiero morir al grito de maricón”. No quiero morir, tendría que haber dicho escuetamente. Alguna vez he recordado el comienzo de ‘El secreto de Santa Vittoria’ con una pintada de una frase de Mussolini: “Más vale vivir un día como un león que cien años como un cordero. (Mussolini)”. El alcalde del pueblo, gran Anthony Quinn, había escrito debajo: “Más vale vivir cien años. (Bombolini)”.