Fue el desfile militar de la Fiesta del 12 de octubre más heterodoxo de los últimos tiempos. Con una novedad: la ausencia del dimisionario presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, dejando esa representación institucional descabezada. Un malestar: el del Tribunal Supremo, que fue invitado a destiempo.
Dos clásicos: las incomparecencias de los presidentes autonómicos nacionalistas, Urkullu y Aragonès (hubo un tiempo en que, incluso, se ausentaba un lehendakari socialista como Patxi López). Y los ‘vivas’ al Rey contrastados con los abucheos a Pedro Sánchez. Pero los aficionados al anecdotario se quedarán con la idea de que el presidente del Gobierno se saltó el protocolo llegando más tarde de lo debido. Un gesto feo que obligó a los Reyes a esperar en el coche a que formaran filas. La tardanza le evitó tener que saludar a las autoridades anfitrionas: la presidenta Díaz Ayuso y el alcalde Martínez Almeida.
Los trucos no le sirvieron de nada si lo que pretendía era evitar los abucheos permaneciendo a la sombra del Rey. Pedro Sánchez, esta vez sí con corbata, sabía que no jugaba en campo amigo. La calle, al contrario que al Rey, no le quiere y la tiene que sufrir cada vez que la pisa. Si los ciudadanos jalean a Felipe VI es porque ven en él al último resorte de la unidad constitucional.
Pero la esencia de la fiesta de ayer era la celebración de una efeméride que debería implicar a todo el país. Más allá de los debates suscitados por los prejuicios antimilitaristas o incluso antiimperialistas, permanece la vindicación de no desmembrar el Estado, de no romper ni manipular nuestra historia común. El Rey y la ministra de Defensa cantaban ayer, con toda la letra, el emotivo himno ‘La muerte no es el final’. Como en otros tiempos lo hizo Rubalcaba.
Cuando se producen ausencias en la defensa de los símbolos, los reivindican unos ante la incomparecencia de otros. Ha ocurrido con la bandera constitucional, con la monarquía y con símbolos e instituciones que han dejado de proteger una parte de los políticos. En el actual Gobierno de coalición de la Moncloa tenemos la muestra más palpable.
Las ministras de Podemos, aunque se engalanen con los vestidos ‘premium’ para ceremonias, no serán quienes defiendan los valores básicos de nuestra democracia como el apoyo a los invadidos ucranianos, por ejemplo. En plena invasión de Rusia, en su fase más bélica y descarnada que está afectando a toda Europa y al orden mundial, parafrasear a Brassens para decir que la música militar nunca les pudo levantar es más antiguo que el hilo negro. Y, sobre todo, insolidario con quienes están sufriendo una limpieza totalitaria.
El desfile de las Fuerzas Armadas debería haber sido un desfile de todos. La OTAN ha duplicado su presencia en el mar Báltico y el del Norte. Estamos en guerra. Y el presidente del Gobierno ha tenido que cumplir con su compromiso elevando el gasto en Defensa. Es la mejor forma de defender la paz.