El bueno de Tasio se encuentra ante un dífícil dilema por querer conocer mundo
Estamos en la Semana Santa de 2003. La Maite y yo nos subimos por vez
primera en un avión. ¡Emosión grande, la hostia! Cogemos el avión en
Sondika, porque en Gipuskoa aeropuerto no tenemos. Bueno, tenemos uno, el de
Oniarbi, baina oso txikia; los aviones que andan por allí paresen maketas
(¡hostias!) de aeromodelismo, de tan pequeños que son. Confiansa en esos
aparatos, ninguna. Encima, alrededor del aeropuerto andan volando gaviotas y
cormoranes �trrremendo�; se mete un bicho de esos en uno de los motores del
avión y la hostia que nos damos contra el suelo, mortal de nesesidad sería,
si no fuera porque somos vascos y cuesta la hostia que nos hagamos daño.
Pues resulta que la Maite tenía caprrricho de viajar a Londres o así. París
ya conosemos, así que ahora toca crusar el mar. En la agensia de viajes
Euskorriendo ya dije que queríamos viajar con una compañía de aviones vasca,
pero me contestaron que sólo tenían contrrratados vuelos con compañías
españolas y europeas. Primera hostia que resibimos en nuestro viaje
ilusionante: queda demostrrrado que Madrid no nos deja a los vascos y las
vascas tener nuestra propia flota de aviones. Tiene una explicasión
sensilla: tienen miedo del ingenio de los vascos y las vascas. Con nuestra
tenasidad e inventiva, los vascos construiríamos unos aparatos con una
independentzia� no autonomía, ojo� de vuelo de hasta dos semanas, con un
sólo depósito de combustible. Mira, Tasio� me dije�, mala sangre no tienes
que haser; disfruta del viaje con la Maite.
Por fin despegamos, y le digo a la Maite que, por primera vez, vamos a ver
Euskalerria desde el aire. La mujer tiene honda emosión. Bueno, pues
¿quieres creer que, desde que salimos de Sondika, no hemos visto más que una
alfombra de nubarrones y brrrumas debajo del avión?
�Son los satélites españoles, que nos mandan para aquí todas las borrascas
de Europa� le confío a la Maite, que es poco entendida en adelantos
tesnológicos�. Pero preocupasión no tienes que haser, porque Euskalerria es
inmensa, y no hay en todo el mundo nubes sufisientes como para cubrirla.
Espera que pase una hora y verás cómo asoma la cima del Txindoki entre las
nubes, y luego apareserán nuestros bosques y nuestros prados.�
Diez minutos después de mi arranque poético, el piloto anunsia por el
altavoz que vamos a aterrizar en Jizrou o así. �¡La hostia, lo que corren
estos aviones!� pensé.
Después de bajar del avión, entramos en un vestíbulo inmenso, trrremendo.
¡Era como el de Sondika multiplicado por sincuenta, cagüendiós! Aquí el
gobierno sentral ya funsiona con la finansiasión de las infraestrusturas, y
no como allí que, pagar ya pagamos, pero se lo llevan todo los extremeños y
andaluses, que están muertos de hambre. Desde muchos pasillos llegan
viajeros prrrovenientes de vuelos internasionales; algunos llevan turbantes.
¡Pero qué mescolansa de rasas y colores, mecagüenlahostia! Esta gente de
Europa� pensé� no sabe prrreservar su identidad como nosotros los vascos.
Espero que los ingleses al menos hagan como nuestro jaularitza y les metan a
éstos de fuera la lengua de los ingleses por un embudo, como no puede ser de
otra manera. Eran sientos y sientos los viajeros que llegaban, y al final se
agrupaban en dos filas. Le pregunto a la Maite: ¿cuál tendremos que coger?.
Como la Maite no sabía, le pregunto a un hombre que paresía sudamericano.
�Una fila es para ciudadanos de la CE, y la otra para el resto� me dice el
hombre.
�Ah, pues ya sabemos dónde ponernos� le digo a la Maite.
Nos toca el turno y un polisía me pregunta cuál es nuestra nasionalidad.
�Somos basques, del Basque Cantri� le respondo.
�No conozco ese país. A la otra fila� me dise el polisía displisente.
�¿Eh? ¡Que nosotrrros somos europeos, ahivalahostia!� insisto.
�Están ustedes estorbando; hagan el favor de retirarse� cortó el polisía.
�¡Tasio, la otra fila está a rebosar! ¡Dile que somos españoles o perdermos
el tour!� me suplica la Maite.
�¡Y una polla! ¡Tú no sabes con quién estás hablando, mujer! ¿Español yooo?
Antes seré marroquí� sentensio.
�¡Pues ahora me debes las sien mil pelas del viaje, que las he pagado yo!�
me dise la Maite�. Además, ¿cada cuánto hasemos cosas en la cama?
�Cada cuatro meses, más o menos� respondo.
�¡Cada ocho a partir de ahora!� me suelta la mujer.
Me aserco al polisía y le digo que somos españoles de pura sepa; del norte,
eso sí. Cuando ya hemos pasado, escucho en mi serebro la voz del ilustrrre
Iñaki Perurena, que me reprocha: «La historia se repite una y otra ves,
porque es cíclica. Eso se conose como el eterno retorno. Y al igual que
aquel apóstol negó tres veses a Jesucrrristo, tú negarás la identidad tuya y
de tus ansestros, antes de la salvasión final.»
En la estansia en Londres, la Maite está disfrrrutando como cría. Yo no
puedo desir lo mismo, por los remordimientos. Bueno, honestamente, no sé si
la desasón la produsen los remordimientos, o lo que se está gastando la
japuta de la Maite en los comersios de Oxford Stris.
Christopher, 31/1/2004