Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 7/6/2011
Si Ibarratxe seducía con su plan porque nos iba a traer la paz, ahora, por qué no, la trae Bildu él mismo. Un placer tomar el te con Juan Carlos, pues nos trae la paz.
La cosa está tan enrevesada que, según la encuesta del Gobierno vasco, ya hay más de cien mil personas que se arrepienten de lo que han votado en las últimas elecciones. Lo que se mantiene, cual tremenda maldición, es el poquísimo apoyo que la ciudadanía ofrece a la fórmula de gobierno PSE-PP, y, la verdad sea dicha, mucho se ha hecho para no prestigiarla desde el socialismo. Al final, como si Álava fuera un casino en el que «la banca siempre gana», tiene el PNV todos los boletos para gobernar. Se le convirtió en la «banca» desde el inicio del mandato anterior, cuando se le dejó gobernar siendo la tercera fuerza, sobreviviendo al posterior pacto PSE-PP para el Gobierno vasco, que quedó, como fórmula, tocado desde Álava y desde Madrid, de donde el PNV volvía como si fuera el Olentzero. En resumen, el PNV sale de todos estos años, y sigue, como la fuerza necesaria, y Bildu tanto o más, porque nos trae la paz. No se de qué se arrepiente la gente.
Pero hay mucho de encantador en la nueva situación, situación «de cambio» la califican en toda ocasión los de Bildu. Resulta simpático este personaje, Juan Carlos, que gana las lecciones en Donostia, la capital más cosmopolita de las vascas, reclamando la separación de su aldea, mandándole a hacer gárgaras al Rey, rechazando el TAV, y quejándose de toda la cultura capitalina porque tiene poco euskera. Díganme la verdad: qué mal lo ha tenido que hacer el resto de los partidos como para haber desenterrado a la aldeanería carlista en pleno siglo XXI.
Es un carlismo como el anterior, pero que ha aprendido mucho. Si Ibarratxe seducía con su plan porque nos iba a traer la paz, ahora, por qué no, la trae Bildu él mismo. Un placer tomar el te con Juan Carlos, pues nos trae la paz. La pancarta de «ETA no» en el Ayuntamiento, nos dice, será innecesaria, aunque a ETA no se le condene, pues queda como en el tradicionalismo pasado como Dios: no está presente, pero condiciona todo el sistema. Es decir, nuevo absolutismo, pero sustituyendo divinidades. Este tipo de fuerzas políticas nos tranquilizan a los pequeños burgueses, porque nos ofrecen tranquilidad. El tribunal nos ha dicho que son demócratas, alivio generalizado, qué bueno que hayan venido, ante el espectáculo cainita de la política liberal del PSOE y el PP, cuando lo que necesitamos es la paz. A mí, a pesar de todo, me sigue recordando a la de los 25 Años de Paz, pero aquello era fascismo.
Y sin pegar un tiro, Santa Cruz, que fusiló más ferroviarios que liberales, pues odiaba el progreso representado por el tren, entra a regir Donostia. Y de lo que se preocupan nuestros gestores es de todas las obras de infraestructura que pueden quedar pendientes, cuando lo que nos traen es otra política, la del pasado, bautizada de cambio desde el primer tercio del siglo pasado, con nueva etapa histórica y hasta nuevo hombre. ¿Qué habéis hecho para que me encuentre tan a gusto tomando el te con Juan Carlos?
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 7/6/2011