Miquel Giménez-Vozpópuli
Son muchas las razones por las cuales el bloque separatista ha roto la tradición parlamentaria, negándose a votar a Iceta como senador de la cámara catalana. También las hay en la abstención de PP y Cs. Pero la más importante es que todos lo han hecho por el qué dirán.
Triste país el nuestro, donde importan más las apariencias que la realidad. Pero así es Cataluña, una tierra en la que, aunque no se haya comido nada, se sale a la calle con un palillo entre los dientes. Vivimos del milagro, del fumismo, de lo que los demás opinen respecto a nosotros, siendo así que hemos sustituido el sabio consejo de “Conócete a ti mismo” por el más productivo de “Conoce a los demás”. Todo lo proyectamos sobre la opinión pública, la del vecino, la del que nos vende el periódico. A lo mejor por eso la mayoría de personas encajan tan mal la crítica y son tan sensibles al halago. Nuestros políticos no podían ser una excepción porque son el reflejo de la sociedad. Los partidos no son el motor de los pueblos, sino su reflejo. Lenin se equivocó una vez más.
Iceta ha sido víctima del poderosísimo síndrome del qué dirán, ya ven, un presidente del Senado que se pierde por el boca chanclas de Sánchez, sí, pero también porque las apariencias son importantísimas en esa feria de vanidades que denominamos Cataluña. Esquerra, Junts per Catalunya y las CUP han votado en su contra, a pesar que las dos primeras formaciones habían estado manteniendo conversaciones con el PSOE vía la señora Lastra, a ver si caía algún aguinaldo a cambio de su aquiescencia. Esquerra pedía una silla en la mesa del congreso, los de Puigdemont poder tener grupo propio, en fin, cosas muy garbanceras y ordinarias que no se compadecen para nada con la épica de mármol travertino con la que pretenden endilgarnos su odisea. Como la cosa no llegó a buen puerto, tenían que machacar al risueño Miquel, que no tenía nada atado, fiándose siempre de su amado Pedro que, digámoslo todo, lo ha dejado más solo que la una y con las posaderas al aire.
Visto lo visto, los separatistas adultos – las CUP son sus hijos y acaban haciendo lo que les ordenan los mayores – tenían que votar no porque, en caso contrario, ¿qué dirían a sus votantes, que diría ese mundo que los mira, que se asombra, que se pasma ante tanto despliegue de astucia e inteligencia política? Total, que, como dijo Artur Mas en su día, nadie quería ponerle el cascabel al gato y optaron por el qué dirán.
Decía que este es un país triste porque detrás de todo esto no existe la menor reflexión ideológica ni mucho menos intelectual
PP y Ciudadanos estaban en la tesis, aunque por otras razones. ¿Qué dirían sus votantes, las tertulias, las editoriales y acaso alguna que otra empresa importante si daban su voto a un Miquel Iceta que, desde ser favorable al indulto a que habría que aceptar la independencia si había una mayoría de catalanes a favor, ha sido un tibio con el separatismo? Por si acaso y, sobre todo, por el qué dirán, abstención al canto y que Iceta se las apañe como pueda.
Decía que este es un país triste porque detrás de todo esto no existe la menor reflexión ideológica ni mucho menos intelectual. Todo es vuelo gallináceo cortoplacista, miedo a quedar mal, tópico y retórica hueca de campaña electoral, indigencia mental, en suma. Y estos son los que se supone que deben gobernarnos de una u otra forma. Al final, el problema nunca han sido nuestros políticos; el problema somos nosotros, que nos conformamos con envoltorios de colorines sin mirar lo que contienen, somos nosotros los que votamos y opinamos por el qué dirán, somos nosotros los que hemos confundido meter una papeleta en un sobre cada cierto tiempo con lo que es realmente una democracia, somos nosotros los que hemos permitido que las cosas llegasen hasta este páramo que es la política actual.
Ellos, los políticos becarios de la nada, no son la enfermedad, son los síntomas, porque el germen lo lleva esta sociedad en sus mismas entrañas, el terrible virus de vivir siempre más pendiente del vecino que de nosotros. Decía Cela que seguramente se han cometido muchos crímenes simplemente por quedar bien con alguien, y yo opino lo mismo, pero teniendo como razón el qué dirán. Así anda Cataluña, así anda España, de Herodes a Pilatos en almoneda simplemente porque nuestros próceres viven más pendientes de lo que digan los demás que de servir a su patria.
Y no sigo. Por el qué dirán, ustedes ya me entienden.