Telemarketing

ABC 17/01/14
IGNACIO CAMACHO

· La matraca soberanista tiene la insistencia cargante del telemarketing a la hora de la siesta. Y el mismo resultado

Es posible que el talante remolón de Rajoy, esa suerte de cachazuda indolencia que cultiva como un rasgo de estilo, sea en el fondo la mejor respuesta posible para restarle solemnidad a la matraca soberanista y minimizar con desdén perezoso toda su alharaca retórica de la liberación nacional, el pueblo cautivo y demás zarandajas de la mitología emancipadora. Decir que no con la rutina hastiada, cansina, que se emplea ante la cargante insistencia de los teleoperadores que interrumpen la hora sagrada de la siesta. Tú sabes que volverán a llamar y ellos saben que volverás a negarte a escucharlos. Que mira que son pesados unos y otros, los del telemarketing y los del derecho a decidir, que es como llaman a la autodeterminación tratando de meter la independencia en la letra pequeña del contrato, a ver si cuela. Y no cuela, claro.

Cómo va a colar cuando el titular de la línea de la soberanía somos los españoles en conjunto y no estamos dispuestos a cambiar de operador. Si los secesionistas van a insistir en las Cortes saldrán de ellas con unas calabazas a cuestas. Si lo intentan después con una ley catalana de referendos, toparán con el Tribunal Constitucional. Y si convocan la consulta por las bravas estarán fuera de la ley. Conocen perfectamente su itinerario hacia la vía muerta, pero persisten porque quieren cargarse de supuestos agravios y porque en ese ir y venir a ninguna parte tal vez logren distraer a cierta opinión pública de su incompetencia para la gestión y de la evidencia de que quieren fundar una nación sin saber gobernar una autonomía. En fin. Ese debate de la propaganda interior tal vez lo tengan ganado porque el Estado, y con él los catalanes que desean seguir integrados en España, han llegado tarde. Quizá por eso el Gobierno y el PSOE, al menos el PSOE que aún puede controlar Rubalcaba, han decidido atrincherarse a la expectativa, sin anticiparse en batallas ya estériles, y dar a cada envite una respuesta. Esta no es una partida para impacientes, aunque entre movimiento y movimiento convendría ir calculando una estrategia.

La de Rajoy parece que consiste en esperar a que el aventurerismo se desgaste solo, a que se rompa el eje de la secesión por cansancio de la clase media, a que el vértigo del abismo asuste antes a los catalanes que al Estado. Y si tiene un plan B se lo calla porque las estrategias no se cuentan. En eso se han equivocado los independentistas al anunciar la vía unilateral como último recurso. Han enseñado las cartas y mostrado que después del seguro fracaso sólo les queda el vacío, también inútil, de la testosterona política.

Y sí, se ponen muy solemnes con su hoja de ruta, con su construcción nacional, con sus acuerdos parlamentarios. Improductivas llamadas tercas en la sobremesa de España. Humaredas perdidas, neblinas estampadas, que decía Alberti. Papel mojado. Literalmente, no tienen derecho.