Ignacio Camacho-ABC
- La sucesión de escándalos tiene un obvio beneficiario. La corrupción está incubando una oleada de voto de rechazo
Poco le ha durado a los socialistas la baza comunicativa de los arrestos en la Diputación de Almería. Aún estaban los medios oficialistas relamiéndose con la noticia –al menos esta vez nadie atacó a la UCO–cuando el juez del Supremo liberó el nuevo informe sobre Cerdán y sus mordidas. La convulsión convirtió las detenciones almerienses en mera calderilla y dejó todo el argumentario sobre la ausencia de pruebas o indicios en la trama de Ferraz patas arriba. Acciona, dicho sea de paso, tampoco sale muy favorecida en una investigación que deja muchos interrogantes sobre la política de buenas prácticas de la compañía. Amañar contratos no es exactamente un ejemplo de ‘compliance’ corporativa.
Sin embargo, la gravedad de este caso no resta al otro un ápice de importancia. A Juanma Moreno le ha estallado otro problema serio en plena precampaña, y justo en la provincia donde más se juega la continuidad de su actual mayoría parlamentaria. El líder andaluz pudo comprobar desde primera hora de la mañana la potencia del adversario cuando pone en marcha su enorme aparato de propaganda. Y si el asunto es lo que parece no admite paliativos ni reacciones templadas. Todo lo que no sea que el presidente de la corporación implicada salga del trance en libertad sin cargos exigirá su relevo por la vía rápida. Nada de suspensiones provisionales de militancia. La presunción de inocencia es penal; en política se necesitan respuestas inmediatas.
El ruido de los escándalos tiene un solo beneficiario. A Vox le caen los votos en el capacho sin necesidad de mover un dedo para procurarlos. El discurso del bipartidismo corrupto es demoledor y está generando una incuestionable oleada de rechazo. En Almería, feudo tradicional del PP donde la alta proporción de inmigrantes empieza a inclinar hacia la formación de Abascal la simpatía creciente de muchos ciudadanos, las encuestas ya le pronostican una subida de dos escaños; sólo con que alcance uno más, allí o en cualquier otra circunscripción, los populares ya no podrían permitirse perder otro diputado sin que el sueño de estabilidad de Moreno se venga abajo.
Hay corrupción donde hay poder, y la constatación de ese axioma carcome a los dos grandes partidos, enfrentados además entre sí en la lógica dialéctica de la oposición y el Gobierno. Existen obvias diferencias de escala en la degradación pero la opinión pública dibuja a trazo grueso y resulta fácil equiparar desde fuera el bajo rasero ético. Las sacudidas tectónicas en el subsuelo electoral revelan un fuerte descrédito sistémico del que la derecha radical obtiene abundante provecho… y el PSOE el magro consuelo de que su alternativa también pierde terreno. El ciclo electoral en ciernes promete sorpresas cuyo efecto aún no se atisba ni de lejos. Hay algo que la gente no perdona, y es que los políticos se lleven su dinero mientras la fríen a impuestos.