Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 16/4/12
El temor a una retroalimentación del voto abertzale como consecuencia directa del inmovilismo del Gobierno de Rajoy en materia penitenciaria ha prendido con fuerza en el resto de los partidos vascos, asomados a un escenario político que contiene el aliento ante el ajustado mano a mano que PNV y Amaiur sostendrán en las próximas elecciones autonómicas. Se trata, en esencia, de una fundada inquietud, que va más allá del manido victimismo tradicionalmente asociado como medida de rentabilidad electoral cada vez que la opción soberanista entiende mancilladas sus reivindicaciones. ¿La razón? Una vez alcanzada la paz, y aún pendientes de sustanciarse derivadas tan nucleares como el perdón a las víctimas o la propia disolución de ETA, en un amplio espectro de la sociedad vasca, que incluiría en este caso a la menos ideologizada, existe el firme convencimiento de que “ahora toca mover ficha a Madrid”.
A nivel de la calle, partidos como PNV, PSE-EE y PP saben que mantener por más tiempo en la cárcel a presos etarras enfermos tendrá inopinadamente una traducción inmediata en el ensanchamiento del respaldo electoral de Amaiur. Más aún, tampoco descartan estos partidos que la actual inflexibilidad del Gobierno prolongada en el tiempo podría abocar a la izquierda abertzale a precipitar, sencillamente por hábil tacticismo, una hoja de ruta propia ante la ausencia de soluciones al conflicto, que se traduciría, a buen seguro, en un desequilibrio a su favor en las próximas autonómicas. “No es impensable que cuando queden dos meses para las elecciones en el País Vasco, Amaiur se descuelgue con el anuncio de la disolución de ETA y entonces la convulsión que generaría a su favor le pondría la victoria en sus manos”, aseguraba ayer uno de los asistentes a la conferencia de paz celebrada en San Sebastián en las vísperas de que la banda terrorista anunciase su tregua definitiva.
Pero el debate podría extenderse bajo el mismo supuesto con esta intencionada pregunta: ¿Se atribuiría al PP el mérito de ese hipotético golpe de efecto de ETA? “No”, responde la mayoría de las fuentes consultadas. Y dan una razón que explica su convencimiento: “Si no existe un calendario previo, si para entonces no ha habido movimiento en el tema de los presos, no sería creíble que el PP pudiera estar detrás de esa disolución de ETA”, asegura un dirigente vasco de larga trayectoria institucional. También en este escenario, la izquierda radical saldría ganando, porque el resto de partidos serían meros invitados de piedra que, además, estarían obligados a aplaudir por cortesía democrática la nueva situación.
Después de demasiados años abominando de las virtudes democráticas, el entorno de Batasuna dispone, en su actual catarsis, de un inagotable catálogo de disculpas para irradiar en su purgatorio particular la expectación mediática y social suficientes, que irá ofreciendo en calculadas dosis, conocida su depurada estrategia que tantos réditos le viene aportando, incluso cuando braceaban en la ilegalidad. “La izquierda abertzale irá aportando gestos poco a poco, sobre todo a medida que se acerquen las elecciones, porque lo saben hacer muy bien”, admite un cargo socialista desde San Sebastián, antes de advertir de que “también se quejarán de que por culpa del Estado tienen a su Mandela particular en la cárcel”.
Llegados a este punto, es cuando un consejero del actual Gobierno de Patxi López reconoce, con cierta dosis de desesperanza, que “si todo sigue así”, en una alusión directa a la política penitenciaria, la situación en el País Vasco ante sus próximas elecciones autonómicas —previstas en principio para marzo de 2013— se convertiría en “una factoría de hacer votos abertzales”. Desde el PP no quieren asumir tamaña responsabilidad y creen que “si se nos deja explicar que la reinserción es posible, que ahí está la vía Nanclares que vamos a seguir potenciando, podemos desactivar ese victimismo que tanto le gusta a la izquierda abertzale”, dice un parlamentario de la máxima confianza de Antonio Basagoiti.
Tras vivir apenas medio año en paz, y constatar decididamente que el abrazo de la izquierda soberanista a las vías políticas neutralizará para siempre todo atisbo terrorista, el Gobierno vasco y el resto de grupos parlamentarios entienden que Rajoy dispone de las garantías suficientes en Euskadi para dar un paso al frente. Pero con la misma convicción empiezan a interiorizar que, a pesar de compartir “la reflexión” después de los múltiples encuentros bilaterales mantenidos, “Madrid no lo va a hacer”. Fatídicamente para sus intereses, están en lo cierto: “Todavía no toca”, recuerdan desde Interior.
Esta disculpa temporal, sin embargo, refleja mucho más, porque responde al fundamento estratégico que ante una cuestión tan determinante mantienen ahora mismo en el PP vasco, desde donde, paradójicamente, han salido las propuestas más compresivas hacia el actual escenario sin violencia. Pero si se quiere disponer de un criterio certero sobre la voluntad de los populares, convendría tener claro que la templada acogida de Rajoy al anuncio del cese de la violencia de ETA no supondrá, en ningún caso, un abrazo a las exigencias de flexibilización de la política penitenciaria. “No vamos a dar la sensación de que quienes han estado apoyando la violencia lo tienen todo hecho porque se haya dejado de matar. No podemos dar la sensación de que son ellos quienes marcan territorio. Vamos a aguantar el tipo, recordándoles que claro que tienes medidas de reinserción, pero que son las que ya están”.
Cuando escucha este tipo de mensajes, el PNV se pone nervioso, porque sabe que su enemigo, Amaiur, suma adeptos. Por eso es comprensible que Iñigo Urkullu, presumible candidato a lehendakari, esté “especialmente” interesado en que Rajoy desbloquee su política con los presos de ETA. Quizá en la suerte final de este empeño se juegue la victoria en las urnas. En el PP lo saben porque los nacionalistas y el lehendakari López se lo han dicho, conscientes de que la ausencia de gestos hacia el nuevo escenario de paz solo beneficia a su gran rival, la izquierda radical aglutinada en Amaiur, y consolida una sensación de unidad sin fisuras, como evidenciaron en el Aberri Eguna. Pero Rajoy tiene otras preocupaciones y, además, está convencido de no habrá más sangre.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 16/4/12