- Sánchez disfruta en Egipto de la resiliencia climática mientras un rosario de incendios políticos rodea la Moncloa.
«Ni un día tranquilo en Moncloa», se lamentaba un miembro del equipo de Iván Redondo, allá por el cuaternario. «Ni un instante de respiro en Moncloa», susurran algunos de los 803 asesores que abarrotan ahora el Palacio, ahogados en un océano de problemas. Una marea creciente que, sin embargo, no parece inquietar los planes del presidente en Egipto, repantingado en su Falcon y su Airbus para codearse con los rectores del universo en un entorno rebosante de resiliencia climática y otras majaderías sostenibles.
Atrás había dejado Sánchez la tormenta con el BCE por el impuestazo a la Banca. O el último varapalo de Bruselas a la reforma de las pensiones que torpemente trasiega Escrivá. O la advertencia de la Airef de que España entra en recesión este año. O la indignación de la Eurocámara con las cábalas de Calviño en el manejo de los fondos de la next generation, que más parecen de la generación perdida. O el vídeo de la BBC sobre los enjuagues ocultos con Marruecos y los emigrantes muertos en Melilla. Un rosario de novedades adversas que no lograron alterar el ánimo del ilustre pasajero.
En el último instante, casi cuando el morro del Falcon se orientaba rumbo a la estratosfera africana, otra oleada de contrariedades se presentó en escena. No eran asuntos menores. La convocatoria de una nueva huelga de transporte, el ensañamiento de Pablo Iglesias contra el ‘espacio Yo-yo-yo-landa’ y la forzosa suspensión del día de la Victoria, el acto previsto para este sábado en Ifema al objeto de festejar los tres años de la victoria electoral de Sánchez el 10-N. Esta última contrariedad es quizás la más molesta puesto que se trata de un nuevo plantón de los barones regionales que huyen como de la peste del gran conductor del progreso. Ya protagonizaron una ruidosa espantada cuando el acto de Sevilla, el 40 aniversario del triunfo del PSOE, a mayor vergüenza de Felipe González, convertido inopinadamente en el monigote bobo del sanchismo.
A las puertas del black friday y casi las Navidades, la posible huelga del transporte se suma al largo rosario de problemas sin resolver que se amontonan en el cuarto oscuro de La Moncloa
La huelga de los camioneros se presenta con un aspecto inquietante puesto que se trata de la segunda andanada de una cuestión crucial que quedó sin resolver. El Gobierno incumplió sus promesas y las explicaciones de la titular del ramo, una Raquel Sánchez ininteligible, a nadie convencen. Con el black friday y hasta las Navidades en puertas, esta amenaza, de concretarse, se sumará al Everest de asuntos que el Ejecutivo tiene pendientes de resolver. Uno más.
El guantazo de Pablo Iglesias a la vicepresidenta del Gobierno ha hecho torcer el gesto al equipo de Presidencia. Más que por la contundencia del bofetón, por los problemas de calendario. Sabido es que Sánchez romperá con Podemos antes de las elecciones generales. El PSOE necesita aún el apoyo morado para mantener sus gobiernos en comunidades y consistorios importantes. Así, Aragón, Baleares, Rioja, Valencia…Yolanda Díaz carece de estructura, de cuadros y de objetivos para ejercer de báculo socialista. Sólo tiene el título de la película, ‘Sumar’, y el equipo de peluquería y maquillaje, que se afana sin descanso en convertirla cada día en la presencia más fashion de la gauche divine de Ferrol.
Iglesias, doblemente rechazado como profesor para volver a la Universidad, ignorado como columnista, amortizado como tertuliano y protagonista de un podcast para conversos y fanáticos, ha desempolvado su vieja faceta de destroyer iracundo para hacer oir su voz, tan despreciada. «¿Pero este tío no se había ido?» Podemos está a dos pasos de la extinción. Su fundador necesita blindar el futuro de Irene Montero, su pareja, a quien su rival Díaz pretende entoñar en el semisótano de los trastos inútiles y, de paso, mantener en sus cargos a la pandilla de amiguetes que disfrutan sin decoro nóminas y despachos públicos. Una pelea de egos y un navajeo salvaje para hacerse con puestos destacados en las futuras listas. Nada nuevo, la izquierda siempre lleva en su seno la carcoma de su propia destrucción.
Cuidado con las elecciones de mayo porque son la primera vuelta de las generales, amenazó en la ‘Uni de invierno’. ‘Uni’ le dicen al sarao. Eternos adolescentes, Pablo el Niño
Convertido estos días en la estrella política del momento, Iglesias ha lanzado un directo a la mandíbula de quien él mismo nombró su heredera y, de paso, ha dirigido una severa amenaza al presidente de un Gobierno del que su partido todavía forma parte. Cuidado con las elecciones de mayo porque son la primera vuelta de las generales, amenazó en la ‘Uni de invierno’. Eternos adolescentes, Pablo el Niño. Sin el concurso podemita, el mapa político de España puede tornarse súbitamente azul. Sánchez pretende una fusión de fuerzas por su izquierda bajo el bastón de mando de Díaz. Posiblemente de Gucci. Podemos pretende llevar la voz cantante en esa coalición. El fantasma de la indigesta macedonia que naufragó en Andalucía golpea con fuerza las puertas de la Moncloa. Si van por separado, Yoli y Pablo apenas sumarán quince escaños entre ambos, de acuerdo con los sondeos. De ahí el tembleque que afecta estos días a los estrategas de Monclovia.
Todavía es pronto, pensará Sánchez, virtuoso del diaplacismo. Nada de esto es urgente, a ver, Bolaños, piensa algo, pero no como el Pegasus. Mientras tanto, los medios se centran en magnificar algunas frasecillas de Ayuso, en jalear el conflicto sanitario en Madrid y en seguir con atención los posibles patinazos del explorador Feijóo en su excursión por los territorios hostiles del Cono Sur. A estas horas, la faraónica deidad de Monclovia rumiará, frente a un horizonte de pirámides y dromedarios, ecologistas y giliverdes, aquello del personaje de Pla: «Observo con entusiasmo que todo me lleva al territorio de la indiferencia». Y el que venga detrás, que arree.