Me había hecho grandes ilusiones con la convocatoria lanzada por la vicepresidenta Calviño a fin de consensuar un pacto de rentas que estableciera las bases de un reparto equilibrado y justo (vaya lío para definirlo…) de los sacrificios que nos impone la coyuntura y, en especial, la inflación y la energía, que están íntimamente entrelazadas. Sigo pensando que merece la pena intentarlo, por más difícil que sea, pero quizás me he acelerado un poco. Empezamos mal. La convocatoria se ha hecho con exceso de precipitación. No es un buen inicio que ni el presidente de la CEOE ni los responsables sindicales conocieran ayer el contenido de la convocatoria, pues son los pilares sobre los que deberá sustentarse el acuerdo. Y creo que un exceso de ‘biodiversidad’ alrededor de la mesa solo conseguirá dificultar el acuerdo. ¿Se puede saber qué hacen ocho ministros sentados en ella? Una cosa es que haya representantes de las dos almas del Gobierno, pues, quieran o no, van a tener que acordar medidas importantes, pero no era necesaria una presencia tan numerosa.
Esto del número no es banal. Adopte la forma que adopte, si se adopta, claro, el pacto va a exigir sacrificios muy importantes para todos. Lo hará con los trabajadores y con los empresarios, con los funcionarios y con los pensionistas. Y lo tiene que ‘cocer’ todo el Gobierno más numeroso de la democracia, con el mayor número de asesores de la historia. Cerca de 800, de los cuales 383 trabajan (¿?) en La Moncloa. ¿Qué sucede, que los funcionarios, cuyo número ha crecido exponencialmente durante la pandemia, no saben aconsejar pues carecen de opinión? Estas cosas no son inocuas. Como no lo es la obscena exhibición de la ministra de Igualdad y su combo que se han ido a Estados Unidos -¡el Eje del Mal!- a entrevistarse con segundones y hacer turismo por Nueva York y Washington. Por cierto, ¿les recibió el secretario encargado de sus mismas competencias?
Se dirá que eso es el chocolate del loro, y es muy cierto que todo el gasto de asesores y viajecitos es un grano de cacao en el inabarcable universo de nuestros déficits y deuda. Pero no es la mejor actitud para pedir esfuerzos a los demás. El Gobierno tiene que cortar de raíz esas obscenidades y debe empezar a dar ejemplo de austeridad. ¿Nos pedirá que ajustemos nuestra calefacción y reduzcamos nuestros desplazamientos mientras dilapida dinero sin control ni recato? Espero que no se conforme con ser el huevo de la gallina en el plato y se comprometa, como hace el cerdo con el chorizo… Le guste o no, si quiere pacto, tendrá que hacerlo.