Juan Carlos Girauta-ABC
- Lo del 2050 es una desesperada operación de distracción. Sánchez no ha dado una en la pandemia, no ha dado una en la economía, no ha dado una en política internacional, pero suelta un globo aerostático de colorines mientras te vende un crecepelo. Graves conflictos territoriales y una deuda descomunal serán el único legado de Sánchez
La Presidencia del Gobierno nos ha hecho una prospectiva. Me preocupa el membrete, no el relato del futuro, la ciencia ficción, género fascinante. Cómo será España dentro de treinta años es una especulación interesante, pero hay que ir al membrete, que indica el uso y la intención del informe. Hay algún académico admirable detrás del trabajo. Si el membrete fuera el suyo, lo leería con placer y quedaría en un archivo mental junto con otras visiones. La fuerza de un informe tal radica en el anclaje que el futuro dibujado tiene en el presente, en el estado de la tecnología, en las tendencias sociales, en la demografía, pero el membrete de Presidencia nos obliga a trasladar el trabajo a otro archivador. Uno con la etiqueta «¡Cuidado!».
Aunque entre los autores haya expertos de verdad, y no ‘ejpertos’ como los que se desdijeron quince veces al principio de la pandemia, otros expertos de verdad discreparán. Las visiones del futuro son infinitas, aunque se basen en la misma información. No podría ser de otro modo cuando el propio pasado es objeto de interpretaciones sin fin. El historiador escoge los hechos más favorables a su tesis. En la elección está la gracia. El que se ocupa de la edad contemporánea o moderna dispone de hechos innumerables, un océano de documentos, tesis fuertes previas a su obra. Pongamos que actúa con rigor, reconoce su marco ideológico (como buen historiador), no elude datos vistosos que no le respaldan, aunque los reinterpreta. Aun así, cada cierto tiempo una nueva escuela nos presenta un pasado alternativo. Las cosas no fueron como usted creía: lo sustancial fueron las relaciones de producción; o en realidad no hubo Reconquista. Siempre habrá historicistas que crean en fuerzas ciegas y determinantes, y siempre habrá autores convencidos de que la historia habría sido muy distinta de no ser por la forma de la nariz de Cleopatra.
Estando así las cosas del pasado, ¿qué cabe esperar del estudio de lo por venir? Los hechos, estadísticas y tendencias a primar o descartar pertenecen al pasado y al presente, no al futuro. La prospectiva no es historia, y tenemos un problema cuando el que los confunde tiene el poder ejecutivo, decide los presupuestos y por tanto prioriza ciertas políticas. De ahí la capital importancia del membrete. Admito mi debilidad por la prospectiva y por la ciencia ficción, una literatura a menudo rigurosa en su bagaje científico, y ahí está Arthur C. Clarke para demostrarlo. O profetas como Julio Verne, cuyos aciertos escapan al entendimiento. Pero el membrete lo cambia todo. Y también lo simplifica hasta el espanto.
No creí que la gráfica sobre el futuro deseable, que todos habrán visto, fuera cierta. ¡«Menudo ‘fake’!» -le dije al que me la pasó. «No, no. La realidad es así de acojonante» -me respondió Jaime. Cuando observas más de cinco segundos esa página producida por la Presidencia del Gobierno, Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, pasas de la carcajada al estupor. Hay una gruesa línea azul, ascendente, que atraviesa limpiamente lo desconocido, los ‘futuros’ posibles, representados como una sombra que se ensancha a medida que nos alejamos del hoy. O sea, desconociendo los cisnes negros de Nassim Nicholas Taleb. Se objetará que si fueran previsibles no serían cisnes negros. Claro, por eso no se puede hacer tal gráfica. Porque siendo imprevisibles por definición, los cisnes negros existen. Pero es la gruesa línea clara la que, queriendo representar el ‘futuro deseable’, describe en realidad al titular del membrete. Verán. Futuro deseable, ¿para quién? ¿Para todos? No me cuentes cuentos. ¿Para la mayoría? ¿A qué precio? ¿Han oído hablar de la ‘eficiencia de Pareto’? Y sobre todo, ¿qué futuro es ese que puede contenerse en una línea? ¿A qué se refiere? No se sabe si nos habla de la renta de los españoles, de la calidad de vida, de la esperanza de vida, de la felicidad (sí, también la miden los expertos). ¿Qué demonios es lo que asciende en esa gráfica?
Sospecho que estamos ante una cadena de equívocos. Que el del membrete, traje vacío, quiere que parezca que a él le importa el planeta. Reclama un puesto en la nueva religión, que bebe de la Pachamama y se ritualiza en el alarmismo histérico. Economía circular, cambio en los hábitos de consumo, prohibición de trayectos cortos en avión. Con la afición que tiene el presidente a los vuelos de corto recorrido, le supondrá un gran sacrificio, aunque quizá Su Sanchidad se excluya. En cuanto a reducir la jornada laboral a 35 horas dentro de 30 años, es una confirmación de que no piensa hacerlo. Cuando toque, él llevará muchos años fuera del gobierno. Sánchez se inspira aquí más en José Mota que en Errejón: «Reduciré la jornada, sí, pero hoy no: mañana». Lo de aumentar la presión fiscal sí que podemos creerlo. Ahí no habrá aplazamiento. No necesitaba decorar su avidez recaudatoria con un informe futurista y otro acto de autobombo. Acaso le hiciera ilusión sentirse Steve Jobs un rato, pero entonces debió vestir vaqueros, zapatillas deportivas y sudadera negra.
Asombra ver a la ‘crème’ del Ibex rompiéndose las manos a aplausos en el nuevo festival del gran vendedor de humo. Los tendrá agarrados por los fondos de recuperación, que son su Macguffin y su albareque. Lo del 2050 es una desesperada operación de distracción. Sánchez no ha dado una en la pandemia, no ha dado una en la economía, no ha dado una en política internacional, pero suelta un globo aerostático de colorines mientras te vende un crecepelo. Graves conflictos territoriales y una deuda descomunal serán el único legado de Sánchez.