Cristian Campos-El Español
Dice Pedro Sánchez que «Podemos propone cuestiones que están fuera de la Constitución, pero ellos cumplen con la Constitución y el PP no».
La primera parte de la frase, la mollar, pasó desapercibida el pasado miércoles entre los críticos musicales que cubren los conciertos de bocinazos del Congreso de los Diputados. Y es que… ¿cómo competir con el trompetazo de la segunda parte, bastante más lameruzo desde el punto de vista de los titulares periodísticos? La frase, sin embargo, da para tesis doctoral sobre la deriva retrógrada del PSOE del siglo XXI.
Ahora, definan democracia y busquen las 7 diferencias con la frase anterior.
Tengan en cuenta, a la hora de buscar esas 7 diferencias, que el poder residual que la Constitución reserva al Poder Ejecutivo –a este corresponde sólo lo que no ha sido concedido al Legislativo y el Judicial, como bien explicaba el magistrado Fernando Garrido Falla– ha sido girado como un calcetín por el sanchismo. Al Legislativo y al Judicial corresponde ahora sólo el oxígeno que no ha sido absorbido ya por el Ejecutivo.
[E incluso eso por poco tiempo, si el PP accede a la renovación del Consejo General del Poder Judicial].
Curiosamente, la teoría que dice que un partido en el Gobierno puede defender propuestas inconstitucionales «dado que la propia Constitución admite la posibilidad de su reforma», no se aplica con la misma ligereza a Vox, un partido que también defiende propuestas inconstitucionales, pero al que, de forma sistemática, se califica de antidemócrata.
Quizá el problema sea el de siempre. Lo que importa no es tanto la existencia de un cacique, sino el apellido y la filiación de este.
Un segundo problema es el de la muy deficiente comprensión de la verdadera naturaleza de la democracia. Que no es un código moral, como creen algunos, ni mucho menos el programa electoral de la socialdemocracia, sino sólo un procedimiento.
La democracia, en fin, es moralmente neutra e ideológicamente indiferente, como bien comprendió Adolf Hitler antes de hacer uso de ella para llegar al poder y aniquilarla después hasta el tuétano.
El huevo de la serpiente en España es el Tribunal Constitucional. Ese que en 2003 determinó que la democracia española no es militante. Lo que en la práctica permite la imposición de un régimen antidemocrático siempre y cuando se llegue a este por las vías legales estipuladas en la Constitución. Es decir, con una mayoría suficiente de totalitarios, de izquierdas o de derechas, votando en las urnas. No la hay todavía en España, sí en algunas regiones españolas, pero progresamos todos en el buen sentido.
En cualquier caso.
Dice el viejo aforismo periodístico que todo lo que precede a un pero es mentira y todo lo que lo sigue, verdad. O, al menos, verdad en la cabeza del autor de la frase. Lo que se escribe antes del pero es la excusa que el culpable ha muñido para justificar el delito que se describe después del pero.
La racionalización del crimen siempre implica, además, una versión u otra del «pues no haberse puesto minifalda».
Unos pocos ejemplos:
–»Yo no defiendo la violencia, pero los escraches son jarabe democrático».
–»Yo soy demócrata, pero el derecho a la presunción de inocencia no puede primar sobre el derecho de la víctima a ser creída».
–»El Gobierno no pretende imponer una verdad oficial, pero la ley de memoria histórica situará fuera de la ley las versiones de la historia que contradigan la verdad oficial».
Si se topan con alguien que defiende las tres frases simultáneamente, tengan por seguro que es un violento antidemócrata –de izquierdas en este caso– que pretende imponer por ley sus mentiras.
Nuestro presidente Tenet Sánchezehcnàs es, sin embargo, el único ser humano sobre la faz del planeta Tierra que ha conseguido invertir la flecha de la lógica y lograr que todo lo que precede a sus peros sea verdad y todo lo que los sigue, mentira:
–»Podemos propone cuestiones que están fuera de la Constitución, pero ellos cumplen con la Constitución y el PP no».
Y lo ha conseguido, cosa más difícil aún, sin invertir, como correspondería, la ley de la entropía. Porque si algo no puede dudarse de este gobierno es que toda su acción política conduce, por puro imperativo físico, a un incremento del caos.
Si lo prefieren con otra metáfora menos pedante que la de la física cuántica. Podemos –que por lo visto desea cargarse la Constitución, pero sin desobedecerla– sería un pedófilo que no ha caído en la pederastia y que entretiene sus instintos con una de esas muñecas hinchables de las que el otro día hablaba Íñigo Errejón en Twitter. ¡Algo tendrá que hacerse mientras determinadas costumbres sigan siendo inconstitucionales!
Es probable incluso que esa Constitución que de tanto en cuando enseña Iglesias durante sus masajes en La Sexta sea también hinchable. Quizá la use de flotador en su piscina del chalet de Galapagar. Cabe preguntarse, eso sí, quién le sopla la válvula para inflarla. Iglesias, no creo. Puede que la tarea corra a cargo de los mismos que le calentaban el coche a la ministra de Igualdad por las mañanas.
Pero sigamos con la metáfora. En la cabeza de Sánchez, el PP sería entonces un pervertido por desarmarizar. Alguien que presume de normalidad mientras, en la práctica, da rienda suelta a sus más bajos instintos abusando de la pobre Constitución.
¿Qué le hace pensar al PP, además, que el mismo Gobierno que ha instrumentalizado el CIS, la Fiscalía, la Abogacía del Estado, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la Corona, los sindicatos y RTVE va a caer en la tentación de instrumentalizar el Poder Judicial en un momento en que este debe ventilar cuestiones de interés prioritario para Sánchez y de las que depende su supervivencia política?
Habría que ser mal pensado para ello.
Les dejo a ustedes deducir lo que son, en esta metáfora, ERC y EH Bildu, socios prioritarios de Sánchez que sostienen, a plena luz del día, cosas como «lo volveremos a hacer» o «un abrazo a Josu Ternera».
PD: Dice Iñaki Gabilondo en defensa de Podemos que «no tiene nada de anticonstitucional defender otros objetivos que los que ahora recoge la letra de la Constitución». ¿Vale lo dicho para el Estado autonómico? ¿O para el derecho de asilo recogido en el artículo 13? ¿O para la democracia misma? Para saber de qué habla la izquierda cuando habla de progresismo.