IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

No me refiero a la pandemia que nos abruma, que también tengo ganas de que se vaya, claro está. Lo digo por esta fase en la que nos encontramos y en la que nos enfrentamos a los malos datos económicos con palabras buenas, deseos bondadosos y conceptos abstractos. Quiero que pase esta fase del «nadie se queda atrás» y se empiecen a pagar todas las ayudas comprometidas, los ERTE en el alero, el Ingreso Mínimo, etc. Quiero que pase la fase de declaraciones de apoyo a la sanidad y se empiecen a reforzar plantillas y mejorar equipos. Quiero que pasen los anuncios de una llegada inminente de dineros oceánicos y se empiecen a concretar los proyectos de inversión a los que van a ir dirigidos. Quiero que pase esta fase de despreocupación absoluta por los déficits públicos y se empiece alguien a preocupar por la estabilidad futura de las cuentas públicas y, si ya puestos, alguien se ocupa de racionalizar el gasto, eliminar las duplicidades, etc. La felicidad sería completa. Quiero que pase esta fase en la que solo hablamos de economía verde o circular, de digitalización, de resiliencia y de colaboración público-privada y se empiecen a poner ejemplos concretos y se presenten experiencias realizadas.

Da la sensación de que la enfermedad nos ha noqueado y estamos tendidos en la lona, con la mirada extraviada y sin capacidad de reacción. Todo va a suceder, en ese futuro maravilloso, pero pocas cosas suceden en el presente.

La intervención de ayer del lehendakari, en el Foro Expectativas Económicas organizado conjuntamente por EL CORREO y Banco Santander, se enmarca perfectamente en este panorama. Tanto es así que, un día después de presentar sus Presupuestos para 2021, me temo que suscitaron más interés sus advertencias sobre el posible endurecimiento de las medidas de confinamiento en Navidad, que las actuaciones previstas en materia de recuperación.

No creo que se deba a un desinterés por algo que, indudablemente, es importantísimo. Más bien interpreto que la gente sabe que va a haber dinero y acepta de buen grado la orientación general de su utilización, pero está a la espera. ¿De qué? De que sepamos las condiciones que deberemos cumplir para habilitar la llegada de los fondos. De que las empresas presenten lo que va a ser, no lo dude, una explosión de ideas y peticiones sin fin. Y de que se concreten los criterios de selección, el órgano decisor y el mecanismo de probación de los planes que se van a presentar. Ahí es donde nos la jugamos.