Elegía
A Agustín Cortés Gaviño
Tengo un amigo muerto
una como tristeza viste ahora la vida.
Le pregunto, le hablo, le veo en el recuerdo
y hoy leo una página que aún le brinda cuerpo.
La tarde guarda un sueño, una línea, un dolor
que se cuela en mi aliento
que lo licúa
lo abate
lo encierra en pesadumbre.
Un pesar
una amargura
que llevan a otro tiempo
que convierten un diario pasar
en duelo
en apatía
así como de tumba.
Tan sólo en la memoria aún yo lo cuestiono
y todavía responde
y todavía discute
es el otro con el que quise tanto
es el
quien me propone
que la vida sigue viva
constante
intensa
ruda
¿vive de veras siempre aunque ya sin presencia?
Pienso a mi amigo cargando el fardo del alma
fuerte como su prosa
y una como envoltura esconde el filo del día.
Cuéntame ahora Agustín si mientras tú pensabas
inserto en el retiro
soñabas con personas que no conocerías
y que se te unirían en algo que hubieras tú parido.
En una noche fría, cubierta por la niebla
que fue tu diaria cueva y tu aura permanente
marcaste zurdería y soñaste siete veces
enjuiciador
irreprochable
y sintiendo los años que conservas ahora.
¡Ay!
duele la presencia que en ausencia deriva
duele insufrible el recuerdo que se difumina
porque sigue la vida y el tiempo se desgrana
los hábitos se congelan y se cuajan
el ruido de los autos me sofoca el espíritu
y en un diario fragor las tristezas se resumen en un mundo que te omite.
Niebla y melancolía arropan a la fría noche
y la lluvia y el viento transportan a la tristeza
refugio en la obscuridad como cuna de recuerdos
contubernio funesto con un previo sentimiento
que niega la posibilidad soleada
con la luz
con la vida
se regodea en pensarte como un amigo ausente.
Mientras sigo viviendo el collar del día tras día
noto como en la conciencia aún está vigente
la maña del recuerdo
con que conservo un puente con una voz y una cara.
Aún con esa estatura que en lo físico he perdido
conservo un amigo muerto
del que escucho el poema
que
concluirá conmigo.
Federico Rábago