Antonio Casado-El Confidencial

  • Con su discurso radicalizado, el presidente no podrá revertir el ocaso de un Gobierno afectado de una crisis de credibilidad

La indeseable banda sonora de su paseo por la barriada sevillana de Pino Montano inauguró el planificado destape de Pedro Sánchez. Reseña, que no opinión: la calle y las encuestas van de la mano en las tomas de temperatura a una opinión pública con sed de centralidad.

No pasa nada. Está convencido de que sus planes de reencuentro con la gente van a funcionar. De momento, hoy juega en casa. Compensará los abucheos del sábado respondiendo de viva voz a las inquietudes, reflexiones y propuestas de 50 ciudadanos elegidos entre los 250.000 que, según la Secretaría de Estado de Comunicación, se han dirigido individualmente al Gobierno a lo largo de la presente legislatura.

Nos recuerda al formato televisivo que oficiaron los periodistas Ana Blanco y Lorenzo Milá. Por allí pasaron las principales figuras de la política nacional entre marzo de 2007 y octubre de 2009. Me refiero al programa ‘Tengo una pregunta para usted’. Este mediodía se repite en la Moncloa, con presencia de informadores y señal en directo para medios de comunicación que la pidan, aunque el evento no ha generado grandes expectativas. Ni mediáticas, ni políticas. 

Las diferencias son notables. No solo por el tamaño de la muestra (entonces eran el doble de ciudadanos, o sea, 100). Se entienden las condicionantes razones de ‘logística’, pero el evento viene dictado por la ‘coyuntura electoral’. Es el recurso verbal más socorrido entre los colaboradores de Sánchez, y vale lo mismo para la indefinición sobre un probable indulto a Griñán que para una campaña de reencuentro con la España real.

La vista está puesta en las elecciones generales, con meta volante en las elecciones territoriales de mayo. El poder, como razón última del político. Por conquistarlo, en el caso de Núñez Feijóo. Por retenerlo, en el de Sánchez. Entretanto, el presidente del Gobierno sostiene que Feijóo, la alternativa, es un pelele en manos de las grandes empresas y la «derecha mediática». O que Bildu, en la memoria no vergonzante de ETA, es un aceptable guardián de los derechos humanos.

A mi juicio, no es así como se podrá revertir el ocaso del primer Gobierno de coalición de la democracia, afectado de una severa crisis de credibilidad. Sus dos componentes políticos, PSOE y Unidas Podemos, cotizan a la baja. En los sondeos y en las precedentes consultas electorales (Madrid, Castilla y León y Andalucía), se refleja el declive. Y se refleja algo todavía más grave para la causa del PSOE: su silente tendencia a jibarizarse entre los seducidos a su izquierda por Yolanda Díaz (el acertijo Sumar) o a su derecha por Feijóo (el PP, como alternativa creíble de poder). 

Es una lástima que la proyección europea de Sánchez y su indiscutible acierto en el enfriamiento del llamado conflicto catalán se pierdan en el que pinta como irreversible desgaste labrado a cuenta de unos compañeros de viaje legítimos, pero no recomendables, los inexplicados bandazos de su discurso político, el personalismo, la fractura interna y una acreditada incapacidad en la búsqueda de talentos. 

(Atentos al duelo Sánchez-Feijóo de mañana en el Senado: ¿a quién favorecerá la evidente desigualdad de fuerzas debida al formato del debate?).