EL MUNDO 01/09/13
La vuelta de la izquierda abertzale a las instituciones acentúa el tira y afloja en la relación con los populares vascos, censurados por un ‘núcleo duro’ minoritario, pero influyente, de su partido
El dardo lanzado por Carlos Iturgaiz al corazón del PP vasco al denunciar «dos almas» en la relación con Bildu ha sacado a la luz las interioridades del partido. Las palabras del eurodiputado revelan la existencia de un sector que sigue reclamando mayor contundencia contra el mundo de Batasuna, a pesar de su regreso a las instituciones y del cese de la amenaza terrorista, del que se cumplirán dos años en octubre.
Aunque es minoritaria en las estructuras directivas del partido, esta corriente que abandera Iturgaiz dentro de los cuadros más conservadores mantiene una notable capacidad de influencia, sobre todo fuera de Euskadi, gracias a sus estrechos vínculos con los colectivos de víctimas más críticos con la gestión del final de ETA. En respuesta a Iturgaiz, la ejecutiva que preside Arantza Quiroga se ha visto obligada a reflexionar en público sobre el alcance de su relación con la izquierda abertzale, asignatura pendiente de los populares en una Euskadi que camina hacia la normalización tras el final definitivo de la violencia.
Lo cierto es que la vuelta de la izquierda abertzale a las instituciones vascas ha multiplicado el riesgo de tensiones con el Partido Popular, sometido a un riguroso marcaje por parte de su sector más beligerante en el terreno de la pacificación. La dirección del PP vasco niega las dos almas que denuncia su expresidente Iturgaiz, estandarte de la ‘vieja guardia’ curtida durante los años más duros de atentados. Pero reconoce que hay «dos sensibilidades distintas», visibles en la forma de afrontar la relación con las marcas electorales de Batasuna.
«Sin olvidar quién es quién»
La ejecutiva que lidera Arantza Quiroga, cuyos dirigentes actuales también padecieron el acoso durante los ‘años de plomo’, es partidaria de «adecuarse» al nuevo tiempo abierto sin ETA. «No se puede hacer hoy política como hace diez años», declaró esta semana el secretario general, Iñaki Oyarzábal. La propia Quiroga emplazó ayer mismo a sus compañeros a no rehuir el debate con la izquierda abertzale: «No han conseguido echarnos a tiros, ahora que no los pegan, muchísimo menos».
Es decir, el PP aspira a conciliar la «confrontación» con Bildu y la «normalidad» en su obligada convivencia en las instituciones. «Sin demostrar rencor, pero también sin olvidar quién es quién y lo que ha ocurrido de verdad en este país», explica un responsable del equipo de Quiroga. Lo ideal, apunta este conocedor del partido, sería trasladar la «naturalidad» que se vive en la calle al día a día de la política.
No parece fácil. Y no sólo por el influyente sector que exige poner distancia con «el brazo político de ETA». Una votación compartida en un ayuntamiento, un brindis protocolario o un apretón de manos por mera cortesía parlamentaria pueden ser motivo de polémica, azuzada desde círculos políticos de Madrid. En este relato en el que hay más tiras que aflojas, el PP exploró en la época de Antonio Basagoiti una arriesgada pero firme senda en busca de la normalidad, a través de reuniones oficiales con los máximos responsables de Aralar, primero, y de EA, después, cuando ambas formaciones ya estaban integradas en Bildu.
Los populares dieron por concluido este viaje al interpretar que la izquierda abertzale había frenado sus gestos de distensión mientras elevaba la presión sobre el Gobierno de Rajoy, al que acusaba de «inmovilista» y le reclamaba movimientos en política penitenciaria. El PP entendió que el mundo de Batasuna se resistía a realizar una revisión críticca a su pasado; a reconocer expresammente a las víctimas del terrorismo; «a decir que matar estuvo mal». «Nos llo pusieron muy difícil. Si ni siquierra son capaces de condenar el asesinato de nuestros compañeros… No podíamos seguir dando pasos sin que a nuestra militancia les salieran ampollas», señala gráficamente un alto cargo del equipo de Quiroga.
Y eso que hubo muchos intentos desde la izquierda abertzale y sus aledaños para facilitar la apertura de una vía de contacto con el PP. Basagoiti, presidente del partido desde 2008 hasta el pasado mes de mayo, fue el destinatario de algunos de eellos, tramitados por los cauces más normales. En el ecuador de su mandato, en plena vorágine política por los incipientes desmarques del mundo de Batasuna con respecto a ETA, sonó su teléfono. Parecía una llamada importante. En aquella época se habían disparado los rumores sobre un posible cese definitivo del terrorismo. Dudó al mirar la pantalla. No tenía identificado a su interlocutor con una fotografía, como acostumbraba a hacer en su móvil con los titulares de sus números, pero supo con toda certeza que esa comunicación procedía de un conocido portavoz en foros de pacificación, convertido en esta legislatura en un relevante responsable de la gestión de la paz y la convivencia en el Gobierno de Urkullu. Basagoiti decidió no descolgar. Si se arrepiente o no de aquella decisión, quedará en la conciencia del hoy directivo bancario en México.
Las llamadas de Eguiguren
En aquel momento político, en el que no era raro ver la foto centelleante del presidente del PSE, Jesús Eguiguren, en el móvil de Basagoiti, el PP conservaba fuertes reticencias a iniciar cualquier comunicación con plataformas de debate que escapasen a su control. Sin embargo, estaba informado en Euskadi a través de otras vías más ‘convencionales’, aprovechando su pacto parlamentario con los socialistas vascos y, más tarde, su línea directa con el Ministerio del Interior.
En vísperas del final definitivo de ETA (20 de octubre de 2011) y en los meses posteriores, los intentos de la izquierda abertzale por tomar la temperatura a los populares se multiplicaron. Por teléfono; por cartas enviadas a altos cargos; mediante emisarios autorizados… Incluso, mentando en algunos casos lazos familiares comunes y orígenes territoriales compartidos.
Oficialmente, ninguno fructificó a la espera, según el PP, de un pronunciamiento claro del mundo de Batasuna en contra de su pasado de apoyo a la violencia. Una autocrítica que sigue sin producirse tras su vuelta a las instituciones. Los populares alegan esta «involución» para rechazar un deshielo en las relaciones políticas entre ambas sensibilidades ideológicas, dos de las cuatro patas llamadas a sostener la mesa de la convivencia en este país.
Este es el contexto en el que se desarrolla la más que compleja relación entre el PP y las marcas electorales de la izquierda abertzale (Bildu, Amaiur, EH Bildu y Sortu), condenados a coincidir en el Parlamento vasco, las tres diputaciones y los ayuntamientos, además de en el Congreso de los Diputados. El sector que encarna Iturgaiz ha insistido en la necesidad de evitar cualquier acercamiento y ha emplazado a Quiroga a definir con claridad qué tipo de relación quiere mantener con la izquierda abertzale.
El partido ha considerado «poco afortunadas» sus palabras, pero intenta darlas escasa importancia al entender que obedecen a una minoría muy localizada y sin mando, como refleja esta imagen reveladora. En vísperas de las polémicas declaraciones, el expresidente del PP compartió mesa en un restaurante cántabro con María San Gil, su sucesora; Carlos Urquijo, delegado del Gobierno; y Carmelo Barrio, parlamentario y último referente de la época de San Gil en el grupo. Salvo Barrio, el único de los cuatro comensales con acceso a la ‘cocina’ del partido, el resto está lejos de los fogones.
Los cargos de Barrio
Otra cosa es el peso real de sus opiniones en el cuerpo electoral del partido. Y alguno debe tener porque, en caso contrario, no se explicaría el nombramiento de Barrio como portavoz del partido en Álava y coordinador de la atención de víctimas.
«Poco tienen que compartir el PP y la izquierda abertzale. Estamos en polos opuestos; eso es bastante claro. Pero otra cosa es la relación institucional. Y aquí, la clave es la normalidad», advierte un portavoz de los populares. Normalidad presente en algunas imágenes ofrecidas en el Congreso entre diputados de Amaiur con ministros y parlamentarios de otros partidos. «Parece que chirrían menos algunas de esas fotos que las que se hacen en Euskadi», insisten los mismos medios.
A pesar de su apuesta por conciliar confrontación y normalidad, el PP aún no ha resuelto la relación de fondo que podría tener con la izquierda abertzale en una Euskadi ya sin ETA. La clave es «dónde se coloca el límite», en un momento delicado en el que «están aflorando los portavoces tradicionales de la antigua Batasuna» como Pernando Barrena y Joseba Permach. Sin embargo, siguen en primera fila veteranos cargos de EA, ahora enrolados en EH Bildu y Amaiur, con los que algunos dirigentes del PP vasco siempre han tenido un trato cercano.
Lo que los populares no quieren es verse enredados en polémicas por simples gestos. «Si uno de nuestros representantes tiene que darse la mano con alguien de la izquierda abertzale, que se den la mano. No puedes andar pendiente de esas codas», explica un conocedor del partido, en la seguridad de que, «si das tanta importancia a eso, limitas tu comportamiento público».