Tonia Etxarri.El Correo

Repetimos. Después del éxito de las movilizaciones del 8 de marzo del año pasado, el movimiento feminista vuelve a convocar. Huelga y manifestaciones. No se puede negar que ha habido muchos avances en el reto por la igualdad de derechos. Pero sigue habiendo motivos para la protesta. La discriminación social y laboral de la mujer, el machismo, la violencia de género. ¿Huelga no, manifestaciones sí? Hay disparidad de criterios entre los agentes sociales. Lo veremos mañana. Pero lo que nadie desaprovecha es la utilización política de la causa feminista. Ni las propias feministas. Me explico.

Este año, el 8-M coincide en plena campaña electoral. Y todos los partidos pretenden capitalizar el voto femenino. Un total de 51,6% de electoras. Las mujeres. Tan indecisas en esta cita electoral que, según los últimos sondeos, representan el 60% de los llamados a votar. La porción es muy golosa. Ningún partido quiere desaprovechar la oportunidad de apropiarse de la causa de la defensa de los derechos de la mujer. Con sus ambiciones y sus contradicciones. El PP tiene propuestas orientadas a terminar con la brecha salarial.

Pero sus dirigentes van a pasar el 8-M como un día más. En los mensajes de su vídeo promocional predomina la idea de la defensa de la mujer como un ser individual, huyendo del colectivo. Seguramente para hacerse eco de la idea de que las mujeres no pertenecemos al pensamiento único. Afortunadamente para nosotras. La causa feminista aunque ha sido instrumentalizada, tradicionalmente, por la izquierda y el populismo, es transversal.

Algunas activistas ingeniosas de las redes sociales se preguntan «si ésta es una huelga promovida por el propio Gobierno, ¿contra quién va?». En tiempo de campaña el populismo aflora con mayor intensidad. Y el sectarismo, también. Pero seguramente Vox no se librará de ser una de las dianas de las protestas por estar en contra de la legislación de la violencia de género. Y el centro derecha, en general, tampoco.

En nombre de Ciudadanos, Inés Arrimadas está hablando de «feminismo liberal». Para marcar terreno propio. No hará el ridículo como Podemos, dando constantes patadas al diccionario con el lenguaje para mayor pasmo de la Real Academia de la Lengua. Pero se le ha ocurrido, como otras, reivindicar a Clara Campoamor. Como feminista liberal. Tal como la sufragista republicana se definió cuando peleó hasta con sus compañeros socialistas para lograr el voto femenino en 1933. Pero como ya ocurrió con otros dirigentes socialistas cuando el centro derecha citó a Machado, la exsenadora Amparo Rubiales se revolvió contra Arrimadas. Por haberse atrevido a decir de ella que era una liberal. Les suele ocurrir a muchos dirigentes políticos. Que se pasan la vida proclamando la defensa de los derechos de la mujer pero cuando la mujer en cuestión no está alineada con su corriente de opinión, la cosa cambia.

«¡Dejad en paz a las mujeres!», espetó una diputada de Podemos a Pablo Casado en el Congreso. Como si el PP no tuviera mujeres. Algunas de ellas en puestos de salida como la presidencia del Congreso y algunas comunidades autónomas. Pero las tentaciones de manipulación se mueven en todas direcciones. Las organizadoras de los actos de mañana presentaron sus lemas y reivindicaciones. Además de la brecha salarial, el pacto social, aborto libre y gratuito incluyeron una propina muy sustanciosa. Apertura de fronteras. Contra el ‘franking’; Contra el TAV. Por el acercamiento de «presos políticos». Muchas mujeres que mañana se manifestarán discrepan de las cuatro últimas consignas. Tendrían que quejarse por esa manipulación tan cercana.