IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Puigdemont ha llevado a Sánchez al penúltimo peldaño del chantaje y le ha mostrado hasta dónde puede caer si no le complace

El presidente del Gobierno y su partido se han metido con la amnistía en tal lío que han perdido el norte y el oremus. Un caso clásico de abducción mental y emocional propio de una película de Pasolini, pero con Puigdemont en el papel de Terence Stamp. En esa enajenación han asumido que la amnistía es una idea suya, de cuyas bondades están tan convencidos que imploraron su aprobación a los separatistas que la han exigido mientras éstos se hacían los altivos y, como en todo episodio de dominación, amenazaban a los sometidos con aplicarles un castigo. En ‘Teorema’, el extraño recién llegado a la casa se hacía con el control de la familia para luego abandonarla dejándola en una orfandad perpleja. Ayer, los españoles que aún no se sienten asqueados de esta política pudieron contemplar en directo una versión real de la metáfora cinematográfica, con el agravante de que el verdadero objeto de humillación eran las instituciones y el ordenamiento jurídico de España.

Podían haber impostado firmeza desde el principio. Fingir que no cedían en lo menor después de haber transigido en lo mayor y tragado gigantescas ruedas de molino. Intentar construir un relato de mínima dignidad final a ver si alguien lo compraba con ayuda del equipo mediático de cabecera. Algo tarde para que funcionase, pero hazañas comunicativas más difíciles han logrado. Sin embargo, los portavoces sanchistas optaron por negociar y mendigar hasta última hora el visto bueno a la ley que sus socios han reclamado como contrapartida, y en el esfuerzo por ablandarlos asumieron también sus gravísimas acusaciones contra el sistema de justicia. El asunto se volvió propio de una sesión clínica de psiquiatría: el Ejecutivo –es decir, el poder del Estado– intentaba convencer a los separatistas de que ya habían obtenido lo que pedían y los otros se daban por no satisfechos y conminaban a sus rehenes a hincar más la rodilla. Un diáfano conflicto de sumisión consentida donde el dominador asume además el rol ficticio de víctima.

La cosa queda pues del siguiente modo: el PSOE y su líder humillados, la amnistía devuelta a los corrales parlamentarios y Junts como arrogante detentador del mando. Puigdemont ha llevado a Sánchez hasta el penúltimo escalón del chantaje y una vez allí le ha obligado a mirar hacia abajo para mostrarle hasta dónde puede caer si no suben juntos el último peldaño. El prófugo tiene poco que perder y mucho que ganar, y se siente dueño de los tiempos. Estamos a final de enero y la legislatura no puede arrancar ni durar sin presupuestos. La tesis del paripé, de la simulación de mutuo acuerdo, tiene un recorrido corto porque la cuestión tendrá que decantarse en último término. Al teorema pasolininiano le faltan algunas premisas para quedar completo pero los socialistas han llevado sus concesiones demasiado lejos para permitirse ahora un ataque de arrepentimiento.