Terror en Londres

EL PAÍS 05/06/17
EDITORIAL

· El yihadismo es un proyecto derrotado que celebra la muerte de inocentes de toda raza y religión

 La noche del sábado, el terror volvió a golpear el corazón de Londres, una de las ciudades más abiertas, diversas y cosmopolitas del mundo. Las siete víctimas mortales y el más de centenar de heridos en este nuevo atentado se añaden al inmenso dolor causado por el ataque sufrido en Mánchester la semana anterior, que también dejó un trágico reguero de víctimas, y al sufrido en marzo en las inmediaciones del puente de Westminster y el Parlamento británico. No es difícil imaginarse el estado de shock en el que esta cadena de brutales atentados ha dejado a la población del Reino Unido. Los atacantes han practicado un ensañamiento sin límites, buscando sembrar el pánico, crear la máxima conmoción y sumir a la ciudadanía en el miedo y la desesperación.

Las instrucciones divulgadas en la misma noche del atentado por la policía metropolitana de Londres, aconsejando a la población correr o, en su caso, esconderse en lugares seguros, relatan con toda crudeza hasta qué punto el terrorismo yihadista amenaza nuestra convivencia y la normalidad del día a día. Es forzoso protegerse ante una amenaza de tal calibre. Inevitablemente, como ya ocurriera en su momento con la navegación aérea, muchas de nuestras rutinas diarias están ya transformándose, especialmente en los grandes centros urbanos, poblados ahora de barreras físicas y con visibles despliegues policiales.

Los inconcebibles niveles de nihilismo y desprecio por la vida civilizada que practica el terrorismo yihadista revelan el absoluto fracaso de su proyecto. El yihadismo es un proyecto derrotado cuyo único objetivo es hacernos pagar un elevado precio por haberlo revelado como lo que es: una ideología que celebra la muerte de inocentes de toda raza, religión y condición en cualquier parte del planeta, sea Kabul o Londres y que, por tanto, carece de capacidad alguna de imponerse. Después del temor y la rabia, sentimientos legítimos, confiemos en nuestras mejores bazas: la superioridad moral, la unidad, la eficacia policial y la cooperación internacional.