Nada hacía presagiar la tragedia sobre el Puente de Westminster. Decenas de turistas avanzaban ayer a primera hora de la tarde hacia el Big Ben, cuando un todoterreno gris aceleró al cruzar el Támesis y atropelló a su paso a un grupo de viandantes. Unos salieron corriendo, otros se lanzaron al río. El conductor del Hyundai gris dejó un reguero de sangre a su paso y estrelló finalmente el coche contra las vallas de Westminster. Salió con un cuchillo en la mano, apuñaló a un policía que flanqueaba la puerta y llegó a entrar al perímetro de seguridad del Parlamento. Allí hirió a otro agente antes de ser abatido. Al cierre de esta edición, cinco muertos y 40 heridos era el balance provisional del ataque contra el corazón de Londres.
El ataque ocurrió exactamente al cabo de un año de la masacre que causó 35 muertos en el aeropuerto y el metro de Bruselas. Scotland Yard no tardó en reconocer la dimensión de la tragedia, que forzó el cerrojazo total del Parlamento y la evacuación en un Jaguar camuflado de la policía de la premier Theresa May, que horas después presidió la reunión del Gabinete de emergencia Cobra.
May calificó el ataque de «nauseabundo y depravado»: «No ha sido un accidente que el agresor eligiera como objetivo el Parlamento, que representa la democracia, la libertad y el Estado de derecho», dijo. «Cualquier intento de derrotar esos valores a través de la violencia y el terror están condenados a fracasar».
La policía acordonó la zona ante la sospecha de que el terrorista –un hombre de unos 40 años y de «origen asiático»– pudiera haber actuado con un cómplica en su salvaje incursión por el Puente de Westminster. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, se enfrentaba a su primera tragedia terrorista y pedía a sus ciudadanos que evitaran a toda costa el centro de Londres, tomado por decenas de policías con uniformes paramilitares.
Las escenas dramáticas de París, Bruselas, Niza o Berlín se materializaban finalmente en la capital británica, que recordó por momentos el horror de los atentados del 7 de julio de 2005, que causaron 52 muertos y más de 700 heridos. Desde mayo de 2013, cuando el sargento Lee Rigby moría acuchillado en plena calle a manos de Michael Adebowale y Michael Adebolajo, Londres había vivido prácticamente de espaldas al terrorismo, pese al riesgo «severo» y a los 10 atentados que Scotland Yard aseguraba haber evitado en los últimos dos años.
Mark Rowley, al frente de la unidad de contraterrorismo de la policía londinense, confirmó que el autor del atentado murió en el hospital por los disparos de la policía. Rowley no dio detalles sobre la identidad o el móvil del ataque, anque sí que reconoció que actuó «posiblemente inspirado en el terrorismo internacional». Rowley confirmó que el cerrojazo policial en la zona de Westminster era una acción preventiva ante la sospecha de que el terrorista pudiera haber actuado con un cómplice.
La tragedia empezó a fraguarse en la orilla sur del Támesis. El agresor atropelló allí a su primera víctima subiéndose a la acera y continuó avanzando entre el pavimento y el bordillo a lo largo de los 375 metros del Puente de Westminster, atropellando una persona tras otra. Una mujer fue identificada a las pocas horas como la primera víctima entre los viandantes. Varios heridos se encontraban en estado crítico, entre ellos algunos estudiantes franceses, según confirmó el primer ministro francés, Bernard Cazeneuve. Otra mujer fue rescatada con heridas graves en la orilla del río después de haber saltado desde el puente, de acuerdo con un portavoz del Puerto de Londres.
Steve Voake, de 55 años, cruzó el Puente de Westminster justo después y aseguró haber visto a su paso al menos «dos personas muertas y otra en el agua», en declaraciones a la agencia AP. Collen Anderson, una doctora del King’s College Hospital, confirmó después la muerte de una mujer: «Fue hallada bajo las ruedas de un autobús. Murió en el acto».
Jayne Wilkinson fue testigo de la segunda parte del atentado, cuando el agresor estrelló el coche frente a las vallas del Parlamento y se abrió paso entre la multitud que huía de él. «Estábamos tomando fotos del Big Ben cuando vimos a la gente corriendo hacia nosotros», relató Wilkinson a The Daily Mail. «Había un hombre de origen asiático, llevando un cuchillo de siete u ocho pulgadas de largo. Escuchamos disparos y cruzamos la calle para ver qué era lo que pasaba. Vimos al hombre tendido en el suelo y rodeado de sangre. Había logrado atravesar las puertas y avanzaba hacia el Parlamento, y la policía le intentaba dar caza». Frazer Clarke, 25 años, vecino de Burton-on-Trent y de paso por Londres, aseguró que el agresor llevaba incluso dos armas blancas, un detalle confirmado por otros testigos: «Apuñaló al policía con los dos cuchillos. Llevaba unos pantalones negros y un chaleco gris, y calzaba botas de trabajo».
El tiroteo ocurrió exactamente en el Old Palace Yard, el patio en el interior del Parlamento al que se accede tras pasar por el control de seguridad. La policía guarda vigilancia permanente en la cancela, que se abre sólo en casos excepcionales. Fue allí donde el terrorista apuñaló aparentemente al agente, que murió a los pocos minutos. El agente fue identificado como Keith Palmer, de 48 años y 15 de ellos en servicio en Scotland Yard.
La premier Theresa May, que minutos antes había participado en turno de preguntas y respuestas en la Cámara de los Comunes, estaba en el hall de entrada al Parlamento cuando ocurrió el incidente. La policía logró evacuarla en un coche de camuflaje y trasladarla a la cercana Downing Street.
El portavoz del Partido Conservador en la Cámara de los Comunes, David Lidington, ordenó la suspensión de la sesión mientras informaba a los parlamentarios de lo ocurrido y pedía que siguieran dentro del edificio por su propia seguridad y hasta nueva orden.
Más de cinco horas duró el encierro involuntario en el Parlamento. Uno de los primeros en salir, con el susto escrito en el rostro, fue el líder de la oposición Jeremy Corbyn: «El ataque horrible de Westminster ha dejado en estado de shock a todo el país (…). Ha sido un ataque contra nuestra democracia. Pero sé que los londinenses y la gente en todo el país se unirán en defensa de nuestros valores y nuestra diversidad».