Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 27/7/2011
En fechas recientes, Oslo ha vuelto a rechazar otra petición de intervenir en el caso español realizada por el abogado sudafricano Brian Currin. El motivo ha sido el mismo que en 2003: el Gobierno español no estaba de acuerdo.
Los diarios de Oslo publican estos días sus informaciones sobre los atentados cometidos por Anders Breivik bajo la cabecera de Terror i Norge (Terror en Noruega), una cabecera que refleja el asombro de una sociedad que ha tenido la suerte de no conocer hasta ahora los sobresaltos que provoca la presencia mortal del terrorismo.
Noruega tiene fama internacional por su trabajo en procesos de paz de todo el mundo y por el apoyo financiero y político a numerosas organizaciones que trabajan desarrollando actividades de mediación o de búsqueda de soluciones pacíficas a conflictos violentos. Lo que se llamó la «diplomacia secreta de Oslo» abrió el camino para las negociaciones directas entre israelíes y palestinos.
El Gobierno de Oslo es el principal financiador del Centro Henri Dunant para el Diálogo Humanitario, con sede en Ginebra, que fue el mediador entre ETA y el Gobierno en las conversaciones del año 2006 y en los preparativos de los dos años precedentes. Al Ejecutivo noruego se dirigió ETA por carta en 2003 pidiendo su mediación, pero Oslo rechazó entonces la petición porque una de sus normas es que no interviene si no es de acuerdo con los gobiernos concernidos, y el Ejecutivo de José María Aznar no dio su visto bueno. Dos años más tarde, en noviembre de 2005, Josu Ternera y Jesús Eguiguren se reunieron en Oslo porque entonces el Gobierno socialista español sí que dio su aceptación a la intervención del país nórdico.
En fechas recientes, Oslo ha vuelto a rechazar otra petición de intervenir en el caso español realizada por el abogado sudafricano Brian Currin. El motivo ha sido el mismo que en 2003: el Gobierno español no estaba de acuerdo.
Tras la matanza perpetrada por Breivik algunos periódicos destacaron que era la primera vez que Noruega sufría un atentado. A finales de los setenta, sin embargo, a punto estuvo de sufrir los efectos de un terrorismo interno protagonizado por sectores radicales de la población sami, de los lapones. El Gobierno de la época promovió la construcción de la presa de Alta, que inundaba las tierras de pastos de los samis, que se opusieron al proyecto. Los más radicales tuvieron la tentación de la violencia y contactaron con ETA. Miembros de la banda viajaron a Noruega para asesorarles en la fabricación de bombas, pero pronto cortaron las relaciones porque sus contactos samis eran unos indiscretos lenguaraces que hablaban de sus planes en público sin ningún sentido de la clandestinidad.
En marzo de 1982 una célula intentó volar un puente, pero la bomba les estalló en las manos. Uno de los implicados, Nils A. Somby, perdió un ojo y un brazo y fue encarcelado, igual que John Reier Martinsen, uno de los que habían mantenido los contactos con ETA. El fracaso de aquel atentado evitó, posiblemente, que en Noruega se asentara un foco de terrorismo autóctono.