Me dijo muy serio que no sólo existía el terrorismo de ETA sino también un «terrorismo verbal que puede ser tan dañino como el otro». Imaginé lo duro que tenía que ser para un terrorista correr diariamente el riesgo de que le pegaran una onomatopeya o una prosopopeya en la nuca, así por las buenas.
Me dijo muy serio que no sólo existía el terrorismo de ETA sino también un «terrorismo verbal que puede ser tan dañino como el otro». Yo me callé y me quedé pensando en diptongos-tiro y triptongos-bomba que acababan con las vidas de cientos de ciudadanos en cuanto eran publicados en un artículo de prensa o pronunciados en medio de una tertulia radiofónica. Pensé en miles de kilos de amonal multisilábico y de cloratita morfosintáctica que un escritor iba colocando cuidadosamente en las páginas y los renglones de un libro, haciendo pasar los cables fría y disimuladamente entre los huequecitos de las aes y las oes. Era una imagen terrible, algo escalofriante que creo que no me podré quitar de la cabeza mientras viva. ¿Cuánta maldad! Al lado de esos despiadados disparos metafóricos o de esas sanguinarias y encarnizadas detonaciones alegóricas, los auténticos y reales disparos o detonaciones de los terroristas de toda la vida se me figuraban inocuos, un juego de niños.
Imaginé lo duro que tenía que ser para un terrorista correr diariamente el riesgo de que le pegaran una onomatopeya o una prosopopeya en la nuca, así por las buenas, a plena luz del día; lo inhumano que era convivir con la monstruosa posibilidad de que le alcanzaran proyectiles-adjetivo o misiles-sustantivo o explosivos-adverbio o granadas fricativas, oclusivas, labiales, nasales y palatales. Imaginé un panorama desolador: cuerpos de inocentes activistas de la lucha armada despedazados por fonemas-lapa, por morfemas de relojería y por semantemas-molotov. Vi entonces hasta dónde podía llegar la crueldad de los poetas que lanzaban, en la madrugada insomne, metonimias de mano, hipérboles atómicas, paráfrasis unipersonales… Vi a periodistas sin escrúpulos, capaces de perpetrar impunemente desde los ordenadores de las sucias mesas de sus redacciones chantajes-diéresis, extorsiones-sinéresis, secuestros-sinalefa… Vi a políticos demócratas preparando sus discursos con rifles de galicismos, con revólveres de anglicismos, con metralletas de germanismos e italianismos y lusismos. Vi los devastadores efectos, las viudas y los huérfanos de tanta vileza semántica, sintagmática, caligráfica, prosódica… y lloré. Imaginé que los terroristas, ante tanta infamia, decidían de pronto dejar de hacer justicia con sus pistolas y sus detonadores. Imaginé que optaban por el camino de la venganza y llegaba el día en que se ponían a escribir artículos de opinión, novelas, libros de memorias…
Reconozco, amigos, que soy un ser maligno y depravado. Sueño con que llegue ese día temible de horror y desolación.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 30/5/2005