Los 536 kilos no los ha creado un experto en campañas electorales ni ETA va a desaparecer porque dejemos de nombrarla. Por eso las políticas antiterroristas constituyen una cuestión central del debate político.
Uno de los argumentos más irritantes de la campaña es ése de que algunos hacen electoralismo con el terrorismo. Es una acusación que me recuerda a esa otra que se lanza contra las víctimas del terrorismo cuando se insinúa que hacen marketing con sus atentados.
Los que emiten estas acusaciones tienen uno de los tres problemas siguientes, o los tres a la vez: o bien están más cercanos a los terroristas que a los amenazados, o bien no tienen muy claro que hay que perseguir y detener a los terroristas, o, sencillamente, tienden a creer, quieren creer, que el terrorismo es más bien una fantasía virtual que algunos se regocijan en inventar que una realidad.
Esto último es bastante más común de lo que parece y se agudiza, claro está, en la medida en que pasa el tiempo suficiente para olvidar el último atentado. Pero, de repente, vuelve la realidad, incontestable, rotunda, tanto como esos 536 kilos de explosivos preparados para explotar en Madrid.
Y no, los 536 kilos no los ha creado un experto en campañas electorales ni ETA va a desaparecer porque dejemos de nombrarla. Aunque debilitada, ETA sigue siendo una amenaza y un chantaje permanente para los españoles. Por eso las políticas antiterroristas constituyen una cuestión central del debate político. Y no debería ser necesario volver a estar al borde de un atentado para recordarlo.
Edurne Uriarte, ABC, 1/3/2004