El Correo-FERNANDO REINARES Y CAROLA GARCÍA CALVO Director e investigadora principal del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano
La evidencia existente revela que aquí hay individuos como el autor del atentado en Francia, adultos jóvenes, delincuentes comunes, radicalizados en la cárcel y de segunda generación
Tres rasgos del yihadista que el martes perpetró un acto letal de terrorismo en Estrasburgo, y que finalmente fue abatido ayer, llaman especialmente la atención. En primer lugar, que se trate de un terrorista con antecedentes penales como delincuente común, con casi treinta condenas, principalmente en Francia, sobre todo por atracos y robos. En segundo, que sea un individuo radicalizado en prisión, donde adoptó actitudes y creencias inherentes a una visión fundamentalista y violenta del islam utilizada para justificar el terrorismo. En tercero, que pertenezca al segmento de las segundas generaciones, es decir, descendientes de inmigrantes llegados a Europa occidental desde países mayoritariamente musulmanes, en su caso Argelia.
Otras características del terrorista que atentó junto al mercado navideño de Estrasburgo, como por ejemplo el hecho de que fuese un hombre de 29 años, suscitan mucho menos interés. Al fin y al cabo, una abrumadora mayoría de quienes se implican en actividades relacionadas con el terrorismo yihadista son precisamente hombres cuyas edades son las propias de adolescentes y adultos jóvenes. Nueve de cada diez yihadistas condenados en Francia entre 2004 y 2017 eran de hecho hombres con una edad media de 26 años. Para ese mismo periodo de tiempo, la proporción de hombres entre los yihadistas condenados o muertos en España fue semejante, con una edad media de 31 años en el momento de ser detenidos o de fallecer.
Cuatro de cada diez yihadistas condenados en Francia a lo largo de los últimos quince años tenían, como el terrorista de Estrasburgo, antecedentes penales por delincuencia común. Entre ellos destacan los relacionados con delitos violentos, robos, fraudes, tráfico de drogas e infracciones de tráfico. En el caso de España, los individuos con trayectoria previa como delincuentes comunes suponen también una parte considerable del fenómeno yihadista, si bien la proporción es algo inferior. Tres de cada diez yihadistas condenados o muertos desde el 11M contaban con antecedentes penales por delitos contra el patrimonio, las personas o el orden público, tráfico de drogas o maltrato en el ámbito familiar.
Una porción de estos yihadistas con trayectoria previa como delincuentes comunes se han radicalizado en algún centro penitenciario, durante su encarcelamiento preventivo o ya cumpliendo condena. Aunque todo indica que las prisiones como ámbito de radicalización yihadista son un problema mucho más serio en Francia que en España, donde la gestión de los establecimientos penitenciarios ha sido mucho más eficaz en este sentido. En las cárceles francesas hay contabilizados no menos de 1.100 individuos que, habiendo sido encarcelados por delitos de delincuencia común, están radicalizados en el salafismo yihadista. Esta cifra multiplica por trece los apenas ochenta casos detectados en prisiones españolas.
Por otra parte, ocho de cada diez yihadistas condenados en Francia durante los últimos quince años descendía de inmigrantes llegados de países mayoritariamente musulmanes, sobre todo del Magreb, pero también del África Subsahariana o de Asia. Es decir, son segundas generaciones, predominantes entre la población de origen musulmán en Francia. En este segmento social hay colectivos con francas dificultades de acomodo a la sociedad donde han nacido o crecido. Apenas una cuarta parte de los musulmanes en España pertenece al mismo, descendientes sobre todo de inmigrantes marroquíes, pero entre los yihadistas detenidos o muertos en nuestro país desde 2012 están sobrerrepresentados y son seis de cada diez.
Así pues, la evidencia existente revela que en España hay individuos como el autor del atentado en Estrasburgo, es decir, hombres que son adultos jóvenes, tienen trayectoria previa como delincuentes comunes, se han radicalizado en prisión y descienden de inmigrantes musulmanes. Pero, si bien los hombres que son adultos jóvenes y pertenecen al segmento social de las segundas generaciones constituyen un monto muy notable del conjunto de yihadistas condenados o muertos en nuestro país desde 2012, tras el inicio de la guerra en Siria, entre estos no llegan a un tercio los que contaban con antecedentes penales antes de adoptar el yihadismo y sólo uno de cada diez se radicalizó dentro de un centro penitenciario.
En España, de cualquier modo, los yihadistas cuyo perfil es similar al del terrorista de Estrasburgo no suelen implicarse en actividades relacionadas con el terrorismo a la manera de los actores solitarios. Aunque la comisión de atentados por actores solitarios no es descartable en nuestro país, los yihadistas activos en suelo español desde 2012 han tendido a implicarse en células, grupos o redes de tamaño, composición, alcance y vínculos internacionales variados. Una tercera parte pertenecía a células, grupos y redes con voluntad y capacidades para atentar en España. Esto está en consonancia con la realidad y la diversidad de la amenaza que el terrorismo yihadista continúa suponiendo para nuestro país y el conjunto de Europa occidental.